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Con el alarmismo habitual, los medios de comunicación españoles se han aliado con la calorina para hacernos la vida más difícil este verano de 2022. De esta forma, la sequía y los incendios han llegado a nuestros oídos y a nuestros ojos desde la primera hora de la mañana hasta la última de la noche. A esta matraca se han unido las previsiones catastrofistas de siempre según las cuales el cambio climático nos hará en breve la vida imposible.

Y si esto del calor fuera poco, la inflación y la crisis energética nos han maltratado lo suyo, acompañado todo ello con las imposiciones del Gobierno a bares, comercios y demás usuarios de la electricidad nocturna. Primera página de El País del 11 de agosto:

“Miles de comercios, restaurantes, oficinas y edificios públicos amanecieron ayer pendientes del aire acondicionado. El plan de ahorro de energía aprobado por el Gobierno entraba en vigor y el termómetro no podía marcar más de 27 grados en interiores. Los escaparates deben quedar además a oscuras cuando acabe la jornada. En general, los locales y oficinas acataron la medida, con resignación y dudas.”

No es de extrañar por tanto que el pesimismo cotice al alza y así lo ha escrito Javier Jorrín:

“Desde la crisis financiera que los políticos no supieron anticipar, los economistas no quieren pecar de optimistas y los consumidores piensan que lo siguen siendo en exceso. Se produce una tendencia a sobreponderar las malas noticias que ha llevado a la confianza de los hogares a mínimos desde 2012 en un momento en el que la economía no está, ni de lejos, en una situación simila.””

Y ese pesimismo hace que en España haya muchas opiniones que anuncian una recesión antes de que acabe el año. Puede que sea así, pero no está escrito en las estrellas. Por otro lado, el inicio de una recesión no significa una crisis profunda; ahora bien, la posibilidad de que se produzca una recesión aumenta si las familias eligen el ahorro, pero eso mismo reduce la posibilidad de una crisis profunda, ya que el ahorro embalsado evita que tengan que hacer un ajuste forzoso.

No es Jorrín el único que piensa que buena parte de los problemas económicos están directamente relacionados con el exceso de demanda tras el final de la pandemia. Esto es, no hay un problema de parón del consumo, sino todo lo contrario: ha crecido tanto que la oferta no consigue satisfacer todas las necesidades.

De hecho, se está abriendo una brecha entre la situación en que están los consumidores y la percepción que éstos tienen del futuro.

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