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Salamanca, tierra mía, ¿quién te defiende? El bicho y la política han ido de la mano y, juntos, nos han ido descarnando hasta dejarnos hechos un pellejo, flaco y sin visos de esperanza. ¿Qué versos pueden echarse al aire, si este, además de estar contagiado, está sombreado por el vuelo carroñero de Sánchez y Cía.? Bajo la boca de fieros enemigos estamos, con miedo a respirar y a abrir los ojos por temor a la realidad. Y de nada nos vale gemir recitando gazales y seguir confiando en promesas. Salamanca, a pesar de los grandes poetas que la cantan, continúa siendo un ejemplo reiterado de mentira electoral. Una vez más tenemos que ver que los dineros se han olvidado de nosotros, y todo lo que nos llega son migajas. La editorial del sábado de este mismo periódico pedía amablemente a Alfonso Fernández Mañueco recapacitar y devolver a la provincia la generosidad que esta siempre le ha dado. Me une al presidente de Castilla y León el aprecio personal y la amistad, y eso es un grado. Pero la mayor lealtad al amigo está en la sinceridad. Llevamos demasiados años de desaires y descuidos, demasiados de proyectos que se ponen siempre en lista de espera, demasiados de si por pitos o por flautas... y la fidelidad al voto comienza a verse gravemente comprometida, para irse a ninguna parte. La crisis sanitaria ha obligado a cerrar decenas de negocios y la ciudad parece haberse puesto ‘en venta’. Nunca como hoy se hace más necesario que alguien grite su nombre para sacarlo de las ruinas. Ejemplos hay en los que fijarse. Isabel Díaz Ayuso está defendiendo Madrid con uñas y dientes, aun teniendo carroñeras de todo pelaje sobrevolando su pergeño aniñado y carita de ángel. Y Madrid, cuando la vacuna acabe inmunizándonos a todos, volverá a ser el mito que fue, porque una brillante jovencita no dejó que los matarifes de los nuevos tiempos la descabezaran de ideas y de grandeza. Ayer miles de personas salieron a las calles salmantinas, no para pedir limosna, sino para exigir proyectos y compromisos a fecha de ‘ya’. Me sumo a la manifestación. Aunque el bicho me permita seguir aquí, ya no tengo edad para pensar en emigrar.

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