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Sabor amargo

Sábado, 7 de noviembre 2020, 04:00

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El jueves, por orden de la Junta - no caprichosa, pero quizás excesiva-, echó la trapa la hostelería salmantina, dejándonos huérfanos de esos espacios de sociabilidad ... que en toda España son los cafés, bares, restaurantes... esos que Carlos Herrera ha dicho que son “el tejido nervioso de la sociedad”. Tanto que somos el país con más establecimientos de hostelería por habitante. Uno podría contar su vida trazando la personalísima ruta de los bares, cafeterías y casas de comidas que ha ido frecuentando. Piense el lector que vengo de aquella época miserable que en muchas barras solo había aceitunas, panceta y boquerones; con aquellos letreros de “prohibido cantar y blasfemar”; el retrete turco con un clavo sujetando pedazos de periódico..., pero había amigos y charla. Y he sido testigo de su evolución, la limpieza, las barras repletas de pinchos y tapas -protegidas por cristal-, a cual más tentadora, la afabilidad, los aseos usualmente impecables... Aunque con la edad me ha ido retrayendo, como tantos otros salmantinos, fui “viajante” -es un decir-, a Florida, Valencia, la Costa Verde asturiana, Valladolid (Pucela), al argentino Río de la Plata, aunque también menudeé otros establecimientos con nombre propio como Gonzalo, o el abreviado con el genitivo sajón (Tino’s), sin olvidar los que imitamos a Unamuno acudiendo al Casino -café compartido de las doce-, y a la tarde a la tertulia del Novelty. El cierre súbito de todos me ha producido un amargo sabor y despertado muchos recuerdos.

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