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Hoy resuena en mis oídos, y no sé por qué, aquello de “Salamanca, la blanca ¿quién te mantiene?...” Hoy las respuestas que daríamos serían muy distintas, unas más acertadas que otras pero, probablemente y en gran medida, cargadas de pesimismo, desánimo así como con cierta pena y dolor. Cada vez parece más ruinosa la ciudad y no precisamente por sus monumentos o joyas de todo tipo que brillan con luz propia y gracias al esfuerzo de muchas personas, instituciones o empresas. Sin ir más lejos, la restauración de los tapices de la Universidad en los que Gruposa puso mucho de su parte. Qué cunda el ejemplo, seguro que todos tenemos nuestro lado bueno, solidario y de compromiso.

Al hilo del lado bueno, de lo solidario y del compromiso, teniendo en cuenta que ayer fue la jornada mundial de los pobres, jornada que habríamos de sentir muy vergonzante para todos, uno piensa en las “ruinas humanas” que deambulan por nuestras calles. Lo de “ruinas” lo digo con todo el amor del mundo para quienes sufren la indiferencia, cuando no el desprecio, de quienes les miran o evitan mirarles porque les resultan incómodos o hasta innecesarios, por no decir un estorbo social.

El pasado sábado aparecía en los sucesos de este periódico “el Benja”, un problema social. Perdónenme, pero como decía Paco León en aquella serie televisiva, “me parto y me mondo”. No es de recibo etiquetar a ningún ser humano y menos cuando desconocemos el camino recorrido hasta llegar a su situación actual. No es lo escrito por la periodista Mercedes Casal lo que me enerva, ella pone de manifiesto la realidad, lo que me hace hervir es la frivolidad social en el trato humano. “Benja” es uno de los tantos “Benjas” que fluyen por el mundo, flotando a la deriva en el fango de la hipocresía social. Nuestro protagonista de hoy, como tantos otros innumerables e incontables, pasará paradójicamente a formar parte, como un número más, de las listas institucionales. Como bien decía Mercedes Casal: “Serán las instituciones públicas las que tienen que velar porque se le administre la medicación que asegure que ya no son un problema para sí mismos ni para los demás”. Eso es lo triste y lamentable, que pensamos que el problema son los “Benjas” y lo solucionamos con medicación, sin acabar de ver el problema que como sociedad tenemos y que con nuestro estilo de vida, cada vez más egoísta, vamos generando día a día.

No sé si los jinetes del Apocalipsis, de los que hablaba mi admirado Alberto Estella el pasado miércoles, cabalgan desbocados pero ciertamente tirar de la brida y controlarlos es tarea de todos. Si aderezamos esta columna con la intervención del presidente nacional de Cáritas ya no queda más que entonar el “mea culpa” del “confiteor” y ponernos manos a la tarea por un mundo sin “Benjas”.

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