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El partido naranja juró ayer no pactar nunca más ni con Sánchez ni con el PSOE de Sánchez, aunque no sé qué otro PSOE existe en este momento. Hasta los “barones” que parecían más críticos en las horas clave del pacto con los independentistas se han amansado desde que el viernes el presidente dio el mitin en Moncloa y poco antes le había cortado la “cabeza” política al expresidente de Castilla- La Mancha, José María Barreda y a la diputada vallisoletana Soraya Rodríguez. Es lo que el presidente denominó el viernes “la España inclusiva”, que quiere decir que si estáis conmigo os irá bien y si no, ya sabéis el negro destino que os espera. Y como con las cosas de comer no se juega, ni Page, Vara y demás críticos están dispuestos a quedarse fuera o tener el mismo destino que los parlamentarios más díscolos. Por tanto, hoy por hoy Sánchez es el PSOE y el PSOE es Sánchez. Sus destinos están ligados hasta la muerte política.

Los votantes de Rivera no quieren ni oír hablar del presidente o de futuros acuerdos con él. La simple posibilidad de un tonteo con los socialistas les penalizaría el próximo 28 de abril en las urnas. Por eso ayer salió José Manuel Villegas, el número dos de la dirección del partido, a tranquilizar a la ciudadanía. “La mejor forma de que el PSOE se libre de Sánchez es estando en la oposición; donde vamos a intentar situarlos nosotros”, dijo. Pero a renglón seguido matizó que la decisión se circunscribe exclusivamente a las elecciones generales. De las municipales y autonómicas nada.

Ciudadanos sabe que las encuestas publicadas suelen ser mucho más condescendientes con ellos de lo que son las urnas. Y, a pesar de que necesita sacudirse la mancha que le produjo la foto de Colón con Casado y Abascal en el mismo plano, prefiere no tentar a la suerte y que el electorado no tenga ninguna duda de que el voto a los naranjas no servirá para facilitar más tiempo la cómoda estancia de Pedro Sánchez en La Moncloa.

Yo creo que la decisión adoptada ayer en el comité de dirección del partido de Rivera es inteligente. Beneficia extraordinariamente a Ciudadanos, sin lugar a dudas. Al PP se le desmonta, de momento, el argumento del voto útil y de los giros copernicanos de Rivera. Es cierto que el peligro sigue existiendo y que Albert puede argumentar una vez que pasen las elecciones que mejor con ellos que con los “indepes” y demás partidos de la extrema izquierda, pero incumpliría su palabra.

El acuerdo con el PP de Casado y con Vox, que según las encuestas publicadas podría dar, también aportaría oxígeno al líder popular porque podría repetirse el pacto a la andaluza y, cosechando los peores resultados de la historia del PP desde su refundación en Sevilla, Casado se convertiría en presidente del Gobierno.

Al que no le viene nada bien la decisión de los naranjas es al candidato del PP a la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. La Región ya era un objetivo prioritario para que Rivera redimiera el “pecado” del pacto andaluz. Al fin y al cabo podía “vender” que los populares llevan gobernando casi el mismo tiempo que el PSOE en Andalucía. Aunque las diferencia entre la gestión de unos y los otros es abismal. Mientras Castilla y León es modelo en educación, dependencia e, incluso, en sanidad; Andalucía está en el vagón de cola y es la Comunidad con mayor corrupción, en volumen de dinero y en número de casos.

Pero si las cuentas le salen a Rivera para pactar en Castilla y León con el sanchista Luis Tudanca, sin duda lo hará para que se le desvincule de las tres derechas. Ninguna otra Comunidad reúne las condiciones como ésta para que Rivera pueda sacar pecho de ser un partido centrado que es capaz de negociar a su izquierda y a su derecha. Claro que Pedro Sánchez nunca tuvo mejor escudero que Luis Tudanca. Es decir que a lo mejor echa a Sánchez de Moncloa y mete al sanchista Tudanca en el colegio de la Asunción, sede de la Junta.

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