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En enero llegan las rebajas, aunque en esta ocasión algunas ya se venían anunciando. No solo en el comercio, sino también en otros ámbitos del acontecer político. En Salamanca, sin ir más lejos, seguimos con un periodo de rebajas en las frecuencias de trenes, por poner un claro ejemplo. Pero igualmente hay rebajas en la nueva Ley de Universidades, a punto de romper aguas y diseñada a plena satisfacción del sistema universitario catalán. Y vasco. El ministro dice que la ley anterior tiene ya veinte años y está desfasada. Pues buena nos espera si cada dos décadas hay que cambiar una ley porque no le guste al señorito de turno. Ahora habrá, entre otras novedades, microgrados y ya se verá si la precariedad laboral se incrementa o se reduce. Lo que no debería reducirse es la financiación. Ahí Salamanca se ve tradicionalmente “rebajada” en la asignación por alumno con respecto a los centros universitarios del entorno.

Otra rebaja no exenta de polémica es la del delito de sedición, tan aclamada por los de siempre, es decir, por los beneficiarios y demás recogenueces de parecida laya. Un regalo: la justicia a la medida de según quiénes sean los candidatos al indulto. Sobre la rebaja en las penas del delito de malversación huelga todo comentario. Bula con privilegio, absolución y amnistía para corruptos, chorizos y ladronzuelos. Con esas garantías también malversaría yo si pudiera.

No sobraría una pequeña rebaja en lo tocante al lenguaje parlamentario por parte de algunos gañanes (y gañanas, aquí sí procede marcar el femenino). Resulta desagradable escuchar en el templo de la máxima representación democrática expresiones tabernarias que avergüenzan a quienes todavía albergamos algo de credibilidad en el sistema. Hay diputados que parecen estar permanentemente estreñidos. Lo cierto es que no cabe esperar gran cosa de quienes estuvieron de servilleta y ahora están de mantel, y una vez subidos al estrado se refocilan con su verborrea más que gato entre el mondongo; o cual gorrino en lodazal. Y en el lodazal se mueven con chulería, acaso porque su mente ociosa es el patio en el que juega el diablo. Deberían ponerles lecturas amenas y entretenidas en las cómodas habitaciones del hotel que les pagamos. Textos como La venganza de don Mendo, o bien otros alegres, jocosos y superficiales. Sería demasiado pedir que leyeran discursos de excelsos oradores que en el Congreso ha habido. Lástima, porque hallarían dardos verbales y recursos con los que lucirse ante sus adversarios.

Más rebajas hay anunciadas para este año electoral: impuestos energéticos, IVA en alimentación, ayudas al transporte público, etc. Bienvenidas sean si con ello se contribuye a clarificar el oscuro panorama económico que no se presenta, precisamente, de color de rosa. Al menos, para el primer semestre.

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