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POR qué Putin decidió invadir Ucrania y de paso destruir el equilibrio entre la UE y Rusia y entre los EE.UU. y Rusia? Es una incógnita difícil de despejar, sobre todo viendo a los muchos soldados rusos muertos en esa invasión fallida. Algunos analistas han intentado resolver en qué está pensando Vladímir Putin y qué camino llevó al presidente ruso a lanzarse a esta guerra.

Uno de esos analistas es el norteamericano Lincoln Mitchell, profesor en la Universidad de Columbia. Mitchell señala como factor determinante lo que él llama las revoluciones de colores.

Con este término hace referencia a las transformaciones políticas no violentas que ocurrieron en Serbia en 2000, en Georgia en 2003, en Ucrania en 2004 y en Kirguistán en 2005, cuatro países que son para Moscú parte de su esfera de influencia. Fueron movimientos políticos apoyados por Occidente aunque impulsados principalmente por una ciudadanía local harta de regímenes fallidos y corruptos.

Pero, según Mitchell, “los funcionarios rusos y el propio Putin han sostenido durante mucho tiempo que casi cualquier levantamiento popular en Rusia y la región circundante es un intento de revolución de color y, por lo tanto, debe estar siendo respaldado, si no instigado, por Europa y Estados Unidos”.

Putin siempre ha considerado que Estados Unidos jugó un papel mucho mayor del que realmente tuvo en las revoluciones de colores, y el Kremlin siempre ha temido que una de ellas se produjera en su propio territorio. Por eso, a partir de 2003, después de la Revolución de las Rosas de Georgia, el Gobierno ruso empezó a limitar severamente las libertades civiles y hoy es una dictadura de las de siempre.

Sea como sea, en Occidente jamás se pensó que lo descrito fuera un ataque al régimen ruso. Según Mitchell, el Kremlin sigue considerando que cada vez que un régimen autoritario cae, es una victoria para Occidente. Y eso implica que las revoluciones de colores y la Primavera Árabe están conectadas. Da la impresión de que estamos ante un dictador que, como tantos otros, ve fantasmas a su alrededor.

Putin, en su resentimiento, habla de rusofobia, algo que él no explica, y ese resentimiento no conlleva ningún propósito. Para los zares, sólo derrotando a los subversivos y a los ateos podrían ofrecer la fe verdadera a la humanidad; los comunistas pensaban que la liberación del mundo estaría al alcance de la mano una vez derrotados todos los capitalistas. Pero el resentimiento de Putin no apunta a ningún futuro. Es el odio de unos tarados.

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