Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Recuerdo el momento mágico del viernes en clase, en la última hora, esperando a que sonara el timbre y poder salir en estampida al fin de semana. Y, en cierto modo, creo que es un poco lo que todos esperábamos con la última campanada de 2020. Año nuevo vida normal, pero normal de verdad. Y no, ni mucho menos. Seguimos igual o quizá algo peor. Que ya por ahí van diciendo que habría que cambiar el “Resistiré” por el “Ya no puedo más”.

Y si éramos pocos parió la abuela. Vamos, que encima de tener al bicho subido a nuestras espaldas, ahora Filomena se ha venido a visitarnos y nos tiene medio helados, medio encerrados. A mí eso de Filomena me recuerda a Filemón y, si lo pensamos un poco, todo esto que nos está pasando es más propio de un cómic de Ibáñez que de un día a día esperado. Y ya que hablamos de Filemón, los pobres hosteleros y dueños de gimnasios, se van a tener que hartar a comer mortadela, porque tal y como les está dejando este follón no les va a dar para más.

Al paso que vamos lo siguiente puede ser una visita de Godzilla, un ataque zombi, una invasión de extraterrestres... Que sea lo que sea ya no nos va a sorprender. Estamos curados de espanto. Bueno, cuidado, a ver si me estoy viniendo arriba y en unos meses me voy a tener que tragar mis palabras.

Tengo amigos, tres en concreto, que son inmunes al frío. Dichosos ellos. Creo que son los únicos que se pueden plantear eso de tomar algo en una terraza. Para el resto de los mortales eso de permitir que solo se pueda tomar algo en el exterior de la hostelería es una idea de bombero torero, vamos, propio de cómic de Mortadelo y Filemón. Al final todo va ligado.

En el año más triste, nos llega el frío más duro y con los ánimos más bajos. Si ya me dicen que Jesulín de Ubrique está preparando nuevo disco, yo me mudo de planeta y me voy a Ganímides o Raticulín (como decía aquél).

Eso sí, qué bonita estaba Salamanca toda nevada (huesos rotos aparte), nos ha dejado una estampa donde el dorado de nuestra piedra se reflejaba en el blanco inmaculado de primera hora de la mañana que, dentro de unos años, cuando la veamos en fotos, nos hará disfrutarla y pensar en estos días duros. Pero, hasta que lleguen esos días, como dice Poli, habrá que reírse.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios