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Paseo de la Transición Española

Sábado, 28 de noviembre 2020, 04:00

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Esta semana se ha abierto al tráfico un nuevo vial, un paseo, que el Ayuntamiento -que en su día dedicó a Adolfo Suárez la glorieta próxima-, tuvo el acierto de bautizar como de la Transición Española. El momento político es oportuno, porque nunca en tan breve período de nuestra historia -cuarenta años-, hemos pasado de colmar de alabanzas el paso pacífico de la dictadura a la democracia, a atacarlo despiadadamente, queriendo derogar su mayor conquista, la Constitución.

En los últimos siglos de nuestra historia hay dos hechos capitales: la guerra (in)civil -la discordia-, y la reconciliación entre vencedores y vencidos -la concordia-. Por eso considero pertinente el intento de perpetuar ese periodo nominando una importante vía urbana. Pero estando las cosas como están, me pregunto cuánto tiempo sobrevivirá ese rótulo. No olvidemos que gobierna un exsocialista que quiere ser presidente de la IIIª República, con los comunistas, que no son Carrillo o Anguita, sino, radicalizados, anti-sistema. Y que ambos están apoyados por quienes ya proclamaron la República catalana, fueron a la cárcel, han reiterado su propósito de volver a proclamarla, y están a punto de ser excarcelados; y avalados también por protagonistas de atroces secuestros y 850 asesinatos de aquel período, cuyo adalid proclama sin rodeos que va a destrozar el Estado y constituir la república vasca.

¿Quién nos iba a decir que echaríamos en falta a Felipe, Guerra, Rubalcaba, Vázquez, Leguina... y tantos otros socialdemócratas a los que el actual PSOE, secuestrado por Sánchez y sus acólitos, ha archivado y pretendido enmudecer? El Secretario general y sus aduladores, comensales, enchufados, Rufianes, Oteguis... Deberían pensar que a ellos, algún día -esperemos que no lejano-, les va a suceder algo parecido. Con la diferencia de que se irán no solo careciendo de servicios a España, sino con los improperios de la inmensa mayoría de los españoles, porque quieren desguazar la patria, y están liderando una etapa que nos lleva al desastre político, social y económico.

El descrédito que se viene echando sobre la transición, logrará enterrar los elogios que en su día recibió de numerosos países y politólogos. ¿Fueron excesivos los encomios? Leyendo ayer el obituario de Maradona, de Jorge Valdano, pensé si no nos había ocurrido algo similar al futbolista, de cuya muerte Valdano hace remotos responsables a sí mismo y a todos los que lo cubrieron de elogios, que le descarriaron personalmente: “Lo elogiamos sin piedad”, señala agudamente.

Por algo vengo redactando mis colaboraciones en esta casa, desde hace muchos años, bajo el rótulo de “Calle del Desengaño”. Por el desencanto que me han acarrearon la ausencia de un centro político templado (que se perdió con Rosa Díez y se esfuma con Ciudadanos), las decisiones de la izquierda, pero también ¡las indecisiones de la derecha!, tildada justamente de cobardica. ¿Tengo entonces motivos para temer que si el Ayuntamiento fuera gobernado -Dios y los votantes no lo consientan-, por Virginia Carrera y compañía, adiós glorieta de Suárez y hasta luego paseo de la Transición? Durarían menos que el formidable cuartel del Ejército de Loyola, uno de las escasas presencias del Estado en San Sebastián, cedido vergonzosamente al PNV, siempre recogiendo las nueces del nogal que agita la ETA o sus legatarios; como el castellano en Cataluña; como la propiedad con la anunciada prohibición de los desahucios, y tantas otras ventas de soberanía a cambio de platos de lentejas para el hambriento de poder.

A estas alturas de mi vida, me pregunto de qué valió el sacrificio de tantas vidas, especialmente de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad; cómo se han malgastado los esfuerzos de aquella etapa; por qué se persigue la Carta Magna que abrió el periodo de más paz y prosperidad de España. Personalmente, me pregunto por qué di la cara ( y casi me la parten) en defensa de la Ley para la Reforma Política; para qué escuché la llamada de Adolfo Suárez; por qué renuncié a estar cerca de mis dos criaturas, creyendo dejarles un mundo infinitamente mejor; por qué desatendí el bufete profesional; si valió de algo acudir a entierros de guardias civiles y policías nacionales salmantinos; para qué soporté en el escaño el secuestro de la soberanía nacional por un indigno guardia civil; si me dejé inútilmente la piel y algunos de los mejores años de mi vida por “un proyecto sugestivo de vida en común”, que ahora nos destrozan.

Bien por ese paseo, aunque pasando por el nuevo Hospital, me trae la desdichada, descartable imagen, de la enferma que está grave y es hospitalizada en la UCI. Larga vida a la Transición Española y al espíritu de concordia que le dio aliento. ¿Es mucho pedir?

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