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Desde tiempo inmemorial o más bien desde la época de los romanos venimos diciendo, o escuchando, aquello de “panem et circenses”, pan y circo. El tiempo pasa y la historia se repite, hoy como entonces una gran mayoría se adapta y tranquiliza su conciencia y su consciencia, si la tiene, con pan y circo, con fútbol y toros o con El Valle de los Caídos y la eutanasia. Qué más da con lo que sea, lo importante es que pasen días y caigan chuscos.
Por mucho que traten y tratemos de normalizar ciertas actitudes y comportamientos, no son ni serán medio normales. Por más vueltas que le demos y traten o tratemos de disfrazar y distorsionar la realidad, solo permanecerá lo auténtico, el agua siempre vuelve a su cauce. Ya está bien de marear la perdiz, ya está bien de esconder todo bajo la alfombra de la COVID-19 como si no hubiera vida más allá. El hambre continúa en el mundo y va a más, las guerras y la violencia no han desaparecido, las pateras siguen flotando y hundiéndose, los campos de refugiados son una cruda y dura realidad, en los hospitales hay enfermos de cáncer y de muchas otras patologías que necesitan atención, ... La vida continúa y una cosa es ponernos una mascarilla protegiendo la nariz y la boca para evitar contagiar o contagiarnos, y otra es quedarnos mudos y ponernos además una venda en los ojos. Al final nos estamos engrilletando el espíritu y encorsetando la vida, arriesgándonos a padecer un estreñimiento mental cuyas consecuencias, difíciles de predecir, pueden ser una auténtica ruina personal y social.
En medio de todo esto, entre prohibiciones y recomendaciones, mientras que en la Iglesia solo pueden entrar 25 y en el autobús urbano estamos tratando de justificar que viajen 45. Mientras que no damos controlados los botellones, ni mucho menos a quienes alegremente caminan sin mascarilla, a la par que fuman e inciensan a diestro y siniestro a todo aquel que se cruza con ellos. Mientras todo esto ocurre y el virus se parte la mandíbula riéndose de nuestra incapacidad, a la vez que continúa sumando triunfos entre muertos y contagiados. Mientras todo esto acontece, nuestros gobernantes y sus contrincantes nos ponen mirando al Valle y a la Cruz, preocupados ellos por un pasado que hay que olvidar y que si hay que recordar es para no repetir. Y si esto era poco circo, aprovechando la polvareda, vamos a ver si cuela editar un pasaporte en blanco para la eternidad a modo de ley sobre la eutanasia. Será cosa mía, pero con la cantidad de muertes gratuitas, innecesarias, inoportunas, inesperadas, desgraciadas, evitables si hubiera medios, ... me resulta ofensivo y de muy mal gusto, a la par que totalmente inoportuno, este planteamiento en el aquí y el ahora de este momento que nos toca vivir.
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