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Ya los emperadores romanos conocían la fórmula para tener entretenida a la plebe mientras manejaban a su antojo su insignificante vida: pan y circo. Una fórmula que siguen aplicando, muchos siglos después, nuestros amados gobernantes. Bien es cierto que lo del pan anda más escaso, tan solo hace falta preguntarle a los hosteleros que ven como el binomio ‘más vacunas-menos contagios’ no sirve para que puedan encontrar cierto desahogo.

En lo que andamos sobrados en Castilla y León es en lo del circo. Pero muy sobrados, con las Cortes regionales como escenario preferente y cada uno buscando su personaje. El hemiciclo, en esta etapa postmoción de censura, promete ofrecernos tardes de espectáculo, pero de Serie B, de telefilm barato, con unos políticos encasquillados en la afrenta, en la ofensa y en el ‘macarronismo’ más censurable cuando de representantes de los ciudadanos estamos hablando.

Lo ocurrido en el último pleno, bronca y expulsión incluida, debería obligar a todos a un verdadero ejercicio de autocrítica, darle la vuelta a su habitual ombliguismo para echarle unos minutos en comprobar la imagen que están transmitiendo a la ciudadanía. Luego se gastarán una pasta en ingeniería estadística para analizar la desafección social con los políticos. Con lo fácil, y lo gratis, que es escuchar.

Aunque en el circo es difícil escuchar al público cuando las primeras filas están ocupadas por los ‘tuyos’, los que aplauden sin rubor y jalean, a cada cual con más fruición, la intervención de los jefes. Más decibelios cuánto más grosero es el ataque al rival. Hemos entrado en una guerra dialéctica en la que la oratoria ha sido la primera derrotada. La brocha gorda ha desterrado del debate público la fina ironía y la retranca de la que han hecho gala otros políticos. También eran otros tiempos, en los que el discurso no se manejaba a golpe de clic en redes sociales y en los que no había una corte de seguidores virtuales dispuestos a retuitear que la tierra es plana con tal de ganar puntos.

Sería de agradecer que la misma responsabilidad que se exige a los ciudadanos en el cumplimiento de las normas las apliquen los políticos en el ejercicio de su tarea. Menos palabrería y más soluciones. Menos titulares gestados en mentes asesoras con estómagos calientes y más trabajo dando explicaciones pisando el surco lleno de barro. Vamos, aquello de ‘más calle y menos despacho’. Sí, también en pandemia. Y en esto no vale el eterno ‘y tu más’, la moneda de cambio de los partidos para no tener que dar explicaciones. Justificar y legitimar las salidas de tono propias como contraataques a los embates del adversario político es un recurso de patio de colegio. Hasta en el circo eran más elegantes, se mataban, pero con respeto, el que falta en el hemiciclo regional. Y eso que cortesía, etimológicamente, viene de las Cortes. Paradójica traición.

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