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Operación retorno

Lunes, 29 de agosto 2022, 05:00

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Una señorita repasa en la pantalla televisiva las normas de circulación, a modo de paternalista caricia en el cogote a los tropecientos mil conductores que ... estos días emprenden la operación retorno, y comienza a faltarme el aire, mientras me voy hundiendo en el sofá, presa de una angustia kafkiana. Les recuerda que tienen prohibido no solamente atender el teléfono móvil o escuchar música con auriculares, normas que establecen lo obvio, sino también estirarse, circular con poco combustible en el depósito, discutir con el copiloto e incluso meterse el dedo en la nariz. A continuación la señorita ha subido a un helicóptero de la policía desde el que muestra cómo, gracias a unos potentes teleobjetivos digitales y a través de las lunas delanteras, los agentes se cuelan en cada vehículo para vigilar el cumplimiento de tan exhaustivo código. Para registrar nuestra casa, la policía necesita una orden judicial, pero el interior de nuestro coche ha dejado de ser un espacio de privacidad y se vigila de oficio. La señorita sonríe, quizá complacida por el hecho de que el Estado tenga potestad para acabar tanto con las discusiones conyugales como con ese sucio hábito de exploración nasal, ambas prácticas tan groseras y de mal gusto, mientras yo padezco un ataque de claustrofobia normativa. Se van a salvar muchas vidas, alega, como si por reglamento o decreto hubiésemos dejado de ser esos ríos que van a dar a la mar de Manrique, como si se nos pudiese negar nuestra propia responsabilidad y se nos pudiese convertir en párvulos tutelados por nuestro propio bien. En El Castillo de Kafka circulaba más el aire y el individuo no estaba sometido a tanta presión alienante.

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