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La pandemia y la política son dos preocupantes asuntos que empiezan con p, y que por innumerables motivos están llevando a la gente a perder la pelota y la paciencia. Veamos: las promesas de las vacunas en prolongada espera; las picarescas, parrafeos y pucherazos parlamentarios, tan perturbadores desde sus púlpitos; la pérdida de puestos laborales, el panfilismo del pueblo y el pánico a que el país se vaya a pique; el pandillaje pirómano en el pandemonio de la Barcelona paraestatal; la parquedad y los parpadeos de la derecha; la prepotencia y superchería de los padrinazgos de la izquierda; las parrandas ilegales y los pasacalles raperos de la patente podemita; los pillajes en el pesebre gubernamental (cabe recordar la pasta con que la ministra Irene Montero paga a su niñera para que le dé el pelargón a los peques); la preocupación de las pensiones; la privación de hacer vida social luciendo perendengues y disfrutando de pepitorias; la pesadilla de un futuro sin perspectiva...; y, para rematar, esa pena plúmbea que nos aplasta cuando cometemos el error de encender la pantalla de plasma con el fin de informarnos sobre la progresión de la pandemia y los parámetros de la podredumbre en los pleitos del Gobierno.
¡Ay! ¡No parece encontrarse panacea para escapar de perrengues y procurarle un poco de paz al pecho! Llevamos demasiado tiempo dentro del pálpito paroxístico, dentro del pánico depredador, dentro de la p del pesimismo. Pero a pesar de todo hemos llegado a marzo y ya picotean los pájaros nuestros oídos con sus salmos. Siempre se ha dicho que la primavera y la poesía mitigan los pesares y orean las lágrimas. Así que, dado que hoy lunes se relajan un poco las restricciones, aún con distancia y mascarilla, aprisa voy a salir en busca del aire. Necesitamos con urgencia paseo, parentela, potaje y plática. Salir del páramo y de la paranoia. Darle la vuelta a la letra p para que no todo lo que con ella se escriba haya de ser penalizable. Mejor esto que no continuar dentro de este peligrosísimo péndulo en que estamos gravitando: de la pandemia a la política, de la política a la pandemia. ¡Uf, qué cruz! Nos merecemos un descanso.
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