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Maltrato psicológico

Martes, 28 de septiembre 2021, 05:00

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Marina tiene 67 años. Está de bastante buen ver. Se cuida mucho, va al gimnasio, tiene vida social con sus amigas y muchas ganas de vivir. El que no está tan bien, es su marido. Él, por el contrario, además de ser diez años mayor, no solo no se cuida, sino que tiene una barriga monumental, que ya parece irreversible. Hasta hace pocos años tenían muy buena relación, pero en los últimos dos, Marina no aguanta a su marido. No soporta su aliento, su carne, sus bromas y esa calva inmensa que se empeña en cubrirse a medias con los cuatro pelos de un lado. Podría ignorarlo, pero..., es su marido y ahí está siempre, a su lado, como un pasmarote. Le pesa en la vida y le saca lo peor de sí misma. No le dice todo lo que piensa, pero, desde hace mucho, siempre que puede le mete un zasca en la conversación. Sobre su físico, sobre su falta de gracia... A veces lo hace con gente delante y provoca la hilaridad de todos. “¿Veis cómo se ha puesto Manolo? ¡Si parece una morsa!” Y se ríen todos. Y todas.

En las comidas, insiste mucho en que era de esperar que se fuera a poner así de orondo con el pasar de los años, teniendo en cuenta que a su padre también le ocurrió. Y a su madre. “Que era igual de gorda y de desastrosa”. “Si es que te viene de fábrica, Manolo. Lo que pasa es que cuando eras más joven lo disimulabas, pero estabas abocado a ser una bola de sebo...” Cada vez que él va a decir algo, ella le calla y le desautoriza. “Pero hombre, Manolo, no pretendas hablar de Rociíto, que no has seguido el caso y es un asunto muy serio. Y tampoco te hagas el listo con lo del volcán que tú no sabes nada de lava y de erupciones y me pones muy nerviosa”. Lleva ya más de una década tratándolo así. Y él, cada día está más achicado. No se atreve a decir ni media palabra en las reuniones de amigos y menos aún en las familiares. Cuando los hijos van a visitarlos -poco porque viven en Valencia y ellos en Salamanca-, prefiere dejarle el protagonismo a ella, por mucho que ellos intenten mimarlo, porque sabe que después se irán y no quiere que le caiga una bronca. Le ha subido la tensión y tiene mucho estrés. De la edad, sí. Pero también de la tristeza. Esa forma de comportarse con el de su Marina, a la que siempre quiso tanto, le está matando poco a poco. Ya no tiene ganas de vivir y eso hace que cada vez se deje más y se esconda más dentro de si mismo. Manolo sabe que está muy mal. Lo que desconoce es que está siendo maltratado psicológicamente. El maltrato es la bestia negra de la sociedad. Y no solo la sufren las mujeres. También los niños. Muchos más hombres de los que creemos. Y sobre todo los ancianos. Y lo peor no es solo que tantos maltratados no identifiquen su maltrato, sino que los propios maltratadores no sean conscientes de que están maltratando. Las palabras no dejan marca en la piel, pero si huellas en el corazón. Que no se borran jamás.

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