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Siempre he pensado que dar un servicio público gratis a los usuarios no es una buena idea. ¿Por qué? Porque el perceptor tiende a pensar que lo que recibe y no paga no vale nada.

Pondré como último ejemplo de lo que acabo de escribir lo que ha sucedido recientemente en la Villa de Madrid con las bicicletas eléctricas (Bici-Mad), que el ayuntamiento amplió además de cambiar de sistema y declaró gratuitas durante algunos meses y que como resultado de ello se han perdido, extraviado o robado cientos de bicicletas. “Un ambicioso proyecto que es determinante para el mejor futuro de Madrid”, dijo Martínez-Almeida, el alcalde de la Villa y Corte en el pleno municipal. Poco después y dado que está siendo difícil recoger las bicicletas abandonadas (¿y las robadas?), el alcalde aseguró que hay un “número importante” de bicicletas que “se están dejando en lugares que no son los adecuados”, por lo que su localización no es fácil. Y reconoció que “no cabe otra que asumir que hay problemas porque es el primer paso para poder solucionar esos problemas”, entre ellos localizar las que están abandonadas.

Y es que la ampliación del servicio de bicicletas ha chocado con los inciviles y también con un servicio muy deficiente: Usuarios acostumbrados a moverse diariamente en bici pública han visto en los últimos días cómo les han dejado sin medio de transporte. “¿Os imagináis que al inaugurar una ampliación del metro la mitad de los billetes dejaran de funcionar, algunas estaciones no permitieran el paso, otros trenes dejaran de parar sin aviso o las puertas no se abrieran al llegar a la estación? Pues esto es ahora Bicimad”, resume el colectivo En Bici por Madrid.

La ampliación del servicio de bicicletas no se ha producido sólo en Madrid, pero en otras ciudades españolas en cambio no ha generado los problemas de Madrid. Las bicicletas que se están instalando en Madrid son las que ya se usan en A Coruña, San Sebastián, Barcelona y Valladolid, además de otro puñado de ciudades de todo el mundo como Londres, Nueva York, Mónaco, Boston, Buenos Aires, Toronto o Washington DC. Detrás de ellas está la empresa canadiense PBSC, que nació como compañía de bicicleta pública de Montreal y comenzó a exportar su tecnología (estaciones, bicis y sistema informático) a partir de 2010.

Recuerdo que hace unos cuantos años el alcalde de Milán me invitó a visitar la ciudad y durante la comida que me ofreció contó apesadumbrado que había instalado un servicio público de bicicletas y en menos de dos semanas se las habían robado casi todas.

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