Libertad sin ira
SEGURO que Dante tuvo una bola de cristal y se inspiró en la política española contemporánea para describir su infierno. Como en la Divina Comedia ... , nuestros gobernantes habitan en un embudo de excrementos en el que la avaricia, el odio, el fraude y la corrupción rigen la dinámica de las cosas. Los más próximos a Satanás eran los traidores, los mismos que hoy comprometen las instituciones a las que pertenecen. Además, nunca nos ha faltado un buen Caronte que trapichee con almas volubles.
Me centro en el averno electoral madrileño; ése que ha surgido de repente, truncando unos presupuestos ya acordados porque en Murcia llovía. No le gustará lo que escribo a quien crea que hay que ir a las urnas para elegir entre “comunismo o libertad”, pero tampoco a quien piense que “es imprescindible hacer frente a esa derecha criminal”. Dos colosos de la indigencia ideológica porfían por el trono de la Puerta del Sol; dos fuerzas contrapuestas incapaces para el diálogo, líderes de la mediocridad populista, impermeables al concepto de interés común en tiempos de pandemia. Se oponen dos discursos guerracivilistas que quieren transformar en bilis la sangre del votante. Mientras tanto, los caminantes verdes asaltan el Muro.
Esa enfermedad crónica en que se han convertido las campañas electorales se agudiza en estos días, pero no debemos dejarnos avasallar por el discurso facilón y torticero de quienes pretenden el voto de forma tan grosera. Acostumbrados a que nos mientan, que nos enemisten pasa de castaño oscuro. Los periodos preelectorales deberían ser tiempo de diálogo, no de sometimiento, porque en democracia es el ciudadano quien decide. Con ese ciudadano quiero compartir mi queja, para que, donde sea y cuando sea, vote a quien quiera sin que nadie le engañe, ejerciendo su auténtica libertad. Dialoguemos en torno a los logros, fracasos y proyectos de los aspirantes, sin apasionamientos ni dogmatismos. Y escuchemos con criterio, que es muy sano.
En este contexto, sobre la prensa recae una inmensa responsabilidad. Las redes sociales han transformado la misión que se espera de los medios. Nunca la democracia ha necesitado tanto la reflexión crítica, fundada y serena, que formulen auténticos profesionales independientes de la opinión. Lamentablemente, nunca el periodista de oficio, el auténtico, ha sido tan vulnerable.
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