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ARNALDO Otegi no está acostumbrado a pagar sus deudas. Nunca abonó la indemnización de cien mil pesetas a la que fue condenado por secuestrar a Luis Abaitua. “El Gordo”, así le apodaban en ETA, fue condenado a seis años y un día de cárcel, pero a la hora de saldar su deuda se declaró insolvente. Ni antes, ni después, ni nunca, Otegi se dignó a pedir perdón o a resarcir a aquel ingeniero con el que, según el relato de la víctima, jugaba a la ruleta rusa por las noches con una pistola. Ni siquiera lo hizo cuando pisaba la moqueta del Parlamento Vasco, mientras cobraba por dirigir la trama política de la banda. “El Gordo” tampoco acabó pagando precio alguno por los otros tres secuestros y el tiroteo en el que le situaron las Fuerzas de Seguridad. Unas veces por falta de pruebas y otra porque no se tuvo en cuenta, el testimonio de las dos terroristas que le situaban en el lugar de los hechos.

Ahora Otegi intenta lo mismo para los suyos. No quiere que 200 asesinos o secuestradores paguen sus deudas con la Justicia. “Los tengo en el frontispicio”, le dijo a sus militantes horas después de intentar engañar al resto, con una declaración solemne sobre el dolor de las víctimas. Fiel a sus costumbres intentó dinamitar el décimo aniversario del fin de la violencia con una mentira, que le pueda valer para conseguir lo que realmente quiere. Su objetivo es conseguir una reforma legal para que los pistoleros que quedan en prisión, accedan antes al tercer grado. “Y si para eso hay que votar unos presupuestos, pues los votaremos”, añadió anticipando el precio a convenir.

Nunca se les dio mal el chantaje. Antes lo llamaban impuesto revolucionario, aunque ni fue una tasa ni sirvió para ninguna revolución y ahora, que viven del Estado al que amenazaban, intentan pagar el menor precio posible por el sufrimiento causado.

La semana próxima comenzarán a debatirse los presupuestos en el Congreso. Y ahí estarán los de la banda de Otegi exigiendo ese peaje tan caro, a cambio de cinco escaños. Espero que el gobierno no los vuelva a negociar con ellos, como ya hizo antes, aunque soy totalmente pesimista con esto. Los tendrían que obviar, primero por escrúpulos y segundo porque no los necesitan. Que puedan estar sentados en las Cortes, ya es una muestra suficiente de la generosidad que ha tenido con ellos la democracia, que intentaron destruir a base de bombas, secuestros y tiros en la nuca. No hacen falta más concesiones, al menos de momento.

La historia necesita tiempo para dejar de sangrar por la herida. Son ellos los que siguen teniendo una deuda con nosotros. Los de la cárcel deben saldarla y los de fuera no deberían intentar blanquearla. Al “Gordo” y a los suyos no les puede salir tan rentable y a la vez tan barato el dolor causado.

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