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No amo a Madrid más que a Salamanca pero, aun así, Madrid es una ciudad fascinante. Tres o cuatro días en “la capi” de vez en cuando para sacudirse el pelo de la dehesa, y se regresa a provincias como nuevo. Vengo haciéndolo desde que era muy chica. Aun tengo la sorpresa en mi boca de aquella hamburguesa que me comí en el primer Burger King que se abrió en España. Era el Madrid de 1975, a punto de comenzarse un proceso de Transición, en el que hasta los recién llegados al uso de razón advertíamos que los de uno y otro lado iban a trabajar por un futuro de progreso, paz y libertades.

Al tiempo, Barcelona era otro destino habitual de los viajes familiares. Aquella Barcelona que acogía a los españoles hermanos con trabajo y hospitalidad, para multiplicar los panes y los peces. Aquella que alcanzaría el título de “Ciudad Olímpica”, ensanchándose en su carácter cosmopolita y de vanguardia. Aquella que después estranguló sus corazones con la soga de los “ismos” (nacionalismo, independentismo...) y decidió hacer escuela para que sus proles miraran a la España de fuera de sus fronteras (geográficas e ideológicas), con aversión y vilipendio. ¡España nos roba! –comenzaron a gritar mientras chiscaban la bandera, escupían el nombre del Rey y abrían la mano pidiendo pelas-. Y así hasta hoy, con ese despotismo que niega la voz a la Cataluña que no piensa como ellos; con esa ceguera que no quiere ver cómo sus propias miserias van ahorcando su grandeza.

Y llegados a este punto, ahí están la una y la otra. Madrid, queriendo ser esa España que se levantará de los fárragos, deslumbrante y seductora, como una diosa que volverá a llamar a sus calles al MUNDO. Barcelona, en la distancia, sin más credenciales que las que representan a una comunidad, socialmente cada día que pasa más rota, políticamente, cada día más irreverente y mendiga. Mañana, 4 de mayo, Madrid decidirá en las urnas algo más que un proyecto político. Ser España es un sueño que se sueña, con redundancia, más allá del perímetro de una Comunidad. Porque los de provincias sabemos bien lo que es ir a la rezaga. Sumarse al sueño de Madrid, no será trabajo en balde. Estoy deseando que ese MUNDO al que Madrid llama, venga a visitarnos.

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