Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Puede que el Rey Juan Carlos haya elegido una república para marcharse. Ya lo hicieron antes su padre y su abuelo cuando fueron repudiados al exilio, por un país que no tenía claro su modelo de Estado. Esta vez la razón es distinta aunque muchos intenten derribar, otra vez, a la institución aprovechando los rumores de faldas y dineros que han hecho irrespirable el clima patrio al emérito.

Vaya por delante que el Rey Juan Carlos es el único responsable de todo lo que le pueda ocurrir en los tribunales, si es que le pasa algo. Serán los jueces los que tendrán que determinar si cometió algún delito y si debe pagar por ello, ahora que “la justicia es igual para todos”, tal y como él mismo se encargó de recordarle a su yerno en uno de sus discursos navideños.

Pero una cosa son las consecuencias judiciales y los reproches sociales derivados de su conducta y otra, que haya que poner en cuestión el modelo de Estado. Póngase usted en el caso de que fuéramos una República y que el presidente fuera investigado por corrupto, como le pasó en su día a Alemania. ¿Habría que convertirse en una monarquía por ello? ¿Habría que cambiar la estructura del Estado por el comportamiento impropio de la persona que lo encarna? El debate sobre si es mejor un Rey o un presidente puede ser legítimo. Pero ni es el momento, ni hay el más mínimo consenso para abrirlo. Y el punto de salida nunca debería ser la interesada confesión de una examiga o las disputas entre un exdirector del CNI y un excomisario que ventila mierda desde la celda de una cárcel.

Contaba Adolfo Suárez a su entorno que muchas veces al Rey Juan Carlos había que defenderle de él mismo. Y eso es lo que acabó con su propio reinado. Con los años fue perdiendo el paraguas de los gobiernos y la lealtad ciega de su entorno, que encarnó como nadie Sabino Fernández Campo. Sus errores conocidos e intuidos han acabado por desconectarle de la calle. El emérito ha derrochado el llamado “juancarlismo”, la protección de los empresarios, la de los medios y la de los poderes fácticos del Estado.

El gran error del Rey que cambió a España ha sido no saber advertir que España también cambiaba con los años de democracia. Ni siquiera la caída de Botsuana consiguió abrirle los ojos. Se olvidó de que su inviolabilidad era solo judicial y no tenía por qué ser social. España le debe agradecer su gran legado como arquitecto de la transición, faltaría más, eso es innegable. Pero eso no justifica que le deba perdonar todos sus errores. Y el último es mayúsculo. Ha dejado a la monarquía y a su hijo extremadamente debilitados en medio de una convulsión política sin precedentes, desde los primeros años de la democracia. Y eso es también solo culpa suya. Espero que lo sepa valorar desde la república en la que quizá esté ahora mismo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios