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En Vivo en un sin vivir. Vivo a cámara lenta, con el paso cambiado, con el mundo al revés y a golpe de timón del Gobierno, que no hacen más que cambiar el rumbo, y ya nos tienen mareados. Y veo que el lunes vamos a dar un paso más (espero), y tengo ganas, muchas, de volver a ver a amigos de detrás de la barra, que van a desempolvar la vajilla y se van a volver a colar en nuestro día a día. Con matices, muchos, demasiados.

He olvidado ya, mejor dicho, he desistido ya de pasar por la criba de la lógica las medidas de los que nos desgobiernan. Por salud mental más bien, o lo poco que me queda de ella. Porque si un agente de policía me pregunta a las siete de la tarde que dónde voy, y mi respuesta es a dar un paseo, me expongo a una multa, pero si voy a tomarme una caña, no hay problema. Pasear malo, beber bueno, curioso al menos. Pero la culpa no es el policía, que sospecho que está igual de confundido que yo. Y ya sabemos que a las once tenemos toque de queda (que a una amiga le sienta fatal), pero ¿y si estoy en una terraza, y si vengo de visitar a amigos? Todo muy lógico.

Mi teléfono no hace más que pedirme el código de desbloqueo, porque el pobre con la mascarilla no me reconoce. No le culpo, me pasa lo mismo, seguro que me he cruzado con alguien conocido al que no he saludado, lo siento. Otra cosa es que el tema de hablar con la mascarilla puesta, no sé tú, pero yo no me entero de la misa la mitad. Muchas veces digo que sí por vergüenza, y a saber lo que estoy afirmando.

Y ahora llegamos a la “nueva normalidad”. Ese concepto me suena raro, me suena como si hablamos de estar un poco embarazada, de hamburguesas de verduras, del descanso activo. Para mí lo normal es lo de toda la vida, o al menos lo de la vida de cada uno, lo que hacemos, bebemos, vivimos, asiduamente. Mezclar la normalidad con lo nuevo, es juntar dos cosas que no pegan, como la pizza con piña (me encanta polemizar).

Allá vamos, a la “nueva normalidad”, que no sabemos ni qué es, ni dónde está. Ni nosotros, ni los que deberían guiarnos, pero el lunes ya podremos estar en fase dos, y esperamos que nos quede menos para llegar a algún lado. Lo de “caminante no hay camino” Pedro Sánchez se lo ha tomado demasiado a pecho.

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