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La mascarilla, el bozal y la propaganda

Viernes, 11 de septiembre 2020, 05:00

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Sin cuestionar la necesidad del uso de la mascarilla, parece como si nos hubiesen puesto también un bozal, que es como llaman a esta prenda algunos amigos. Y es que parece (insisto en este término) como si la sociedad estuviese muerta de miedo y no solo por el coronavirus. Parece, vuelvo a insistir, que el bozal nos impidiese hablar, expresarnos y criticar la no gestión que sufrimos y no me refiero solo a la sanitaria. Por partes. La mascarilla es de uso obligatorio en España en todos los lugares, incluidos aire libre y campo, aunque se guarde la distancia de seguridad. Mientras tanto, en otros países europeos no lo es. No hace falta irse muy lejos, porque con acercarnos a Portugal basta. ¿Acaso es necesaria la mascarilla en el vecino país, en lugares abiertos y por las calles? Hasta el momento no. Y no se puede decir que los portugueses vayan por detrás de España en la gestión del coronavirus, sino más bien al contrario.

El bozal. Parece como si en lugar de llevar una mascarilla, nos hubiesen puesto un bozal para impedirnos la protesta. Con la que está cayendo, y todo apunta a que es solo el principio de lo que puede llegar desde el punto de vista económico, las críticas que se dan por parte de la mayor parte de los ciudadanos a la no gestión y especialmente al incumplimiento de las medidas de propaganda anunciadas por Sánchez y Redondo, son mínimas en comparación con la magnitud del problema que hay sobre la mesa. ¿Qué ha pasado, por ejemplo, con el Ingreso Mínimo Vital, el instrumento estrella de carácter social que se sacaron de la manga y que no han logrado poner en marcha? En cualquier otra circunstancia, esto hubiese dado lugar a protestas encadenadas. Ahora no. Otro tanto se puede decir de la situación de la hostelería, con la mayor parte de ella al borde de la quiebra; están protestando, sí, pero sin encontrar el apoyo del resto de la sociedad.

Mientras tanto, siguen las operaciones de propaganda y distracción. Ejemplo claro y evidente: los aplausos a Sánchez por parte de su corte de palmeros, porque en eso se ha convertido el Gobierno, felicitando al jefe por haber “conseguido” los 140.000 millones del Fondo de Recuperación de la UE. Y eso a pesar de que el susodicho no había logrado nada, porque, primero, esa es la cifra que nos había preasignado la Comisión Europea en función de los parámetros existentes y, segundo, porque ahora nos tenemos que ganar ese dinero presentando los planes correspondientes, que nos debe aprobar Bruselas. Y “la pasta” llegará cuando llegue. Pero, con la propaganda, parece como si ese dinero ya estuviese aquí y todo gracias a Sánchez.

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