La culpa
Ya van camino a Fránkfurt los miembros del consejo de gobierno del Banco Central Europeo, que se reunirán mañana para decretar la primera subida de ... los tipos de interés en los últimos 11 años. La subida será de 25 o de 50 puntos básicos y el euríbor a 12 meses espera la sentencia por encima del 1% en tasa diaria.
Hasta ahora, se calcula un coste de 1.400 euros adicionales al año por familia. Eso ya no hay quien nos lo quite. Pero habrá más subidas. Y la culpa no es de Ucrania, como seguramente escucharemos.
Lagarde es capaz de decir que es culpa del cambio climático, declarado como su primer objetivo mientras negaba durante meses, tozuda como una mula, el peligro de la inflación. Sánchez dirá que la culpa es de los de los puros. Está haciendo mucha falta que se pase Jordi Sevilla por Moncloa.
A Zapatero le enseñó Economía en “dos tardes”, pero a Sánchez no le ha dedicado ni medio rato perdido. Podemos dirá que es culpa de los márgenes empresariales, García-Gallardo puede salir con que es culpa de la hipersexualización y Gabinete Caligari diría que la culpa fue del cha-cha-chá.
Pero la culpa, ese concepto moral preñado de pecado e incumplimiento y que deberíamos sustituir aquí por el de responsabilidad, está bastante más extendida. Cuando la crisis financiera nos demostró que nuestro modelo económico hacía aguas, no quisimos bajarnos de la burra, ni de la del sistema del bienestar ni de la del consumismo. Con un amplio consenso social, parcheamos la situación jaleando que el BCE imprimiera felizmente billetes, como si no hubiera un mañana, y el Gobierno se siguió endeudando. Pero el mañana ya está aquí.
La buena noticia es que los precios de las materias primas, como el trigo, el cobre y el petróleo, están ya bajando, que no hay señales de una espiral de precios, por lo que a principios de 2024 la inflación podría haber sido domada y dejar de preocuparnos. Nos preocuparemos entonces por la recesión global, pero esa es otra historia.
La mala noticia es que el BCE hablará también mañana de su nuevo “instrumento contra la fragmentación”, otro programa para seguir comprando deuda a los gobiernos manirrotos del sur de Europa.
Unas cuantas vueltas más a la manivela de la máquina de hacer dinero que tirarán hacia atrás del control de los precios. Misma receta fallida. Cuando la única receta válida radica en la conjugación del verbo ahorrar.
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