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“¡Qué espléndido lugar es Salamanca!”, escribió George Borrow (don Jorgito el de las Biblias) tras su visita en 1837. Antes y después de él otros muchos han sabido captar el encanto de una ciudad pletórica de vida que acoge múltiples miradas e infinitas interpretaciones. Una ciudad de contrastes y simetrías, organismo vivo que se transforma siguiendo la gama cromática que va desde el amarillo en los soleados mediodías estivales hasta el ocre bermellón del oro viejo en los sanguinolentos ocasos, cuando el bordado de sus piedras doradas brilla con fuerza inusitada y los relieves alumbran sombras apenas perceptibles, heridas por el fulgor de los últimos rayos del día. No es una ciudad imaginaria ni, mucho menos, invisible (por citar a Ítalo Calvino).

Barthes nos recuerda que toda ciudad es un espacio de encuentro con el otro, de cruzamiento de individualidades. Las grandes urbes han sufrido el asedio de lo que podríamos llamar geografías espaciales injustas y Salamanca no ha sido una excepción, especialmente en los años de gran voracidad especulativa y ladrillo barato. A duras penas se libraron las zonas monumentales. Hoy, por fortuna, aquellos excesos parecen ya definitivamente periclitados. De ahí que ahora los inversores busquen espacios y suelos industriales incluso fuera del área metropolitana. Los ayuntamientos del entorno se van mentalizando en este sentido y saben del potencial que ofrecen sus terrenos, apetecibles para atraer inversiones, crear riqueza y taponar la imparable sangría de población joven.

En este contexto ha tenido lugar a lo largo de la semana un encuentro (“Peace City World”) al que no le han faltado sus dosis de ilusión, cautelosa expectación y hasta moderado escepticismo. Habrá proyectos que necesiten un tiempo para poder materializarse, mientras que otros muchos tal vez se queden en el camino. En cualquier caso, aquí se reunieron dos centenares largos de empresarios de primera línea internacional. No olvidemos que la colaboración entre países requiere un obligado contexto de paz y mutua confianza, sin la cual no es posible llevar los planes a buen puerto. En el congreso salmantino se abordaron asuntos que van desde la habitabilidad en las grandes urbes hasta los problemas de aparcamiento, pasando por los más novedosos avances tecnológicos, la seguridad, la alimentación, el transporte, la educación, la medicina, la financiación, la energía del futuro o la innovación en las llamadas “smart cities”, en las que van a tener un importante hueco cuestiones como la sostenibilidad, el desarrollo tecnológico y los sistemas inteligentes. Pero ningún elemento, por más novedoso que sea, debe ser obstáculo para que sigamos considerando a Salamanca como una ciudad digna de ser vivida, sentida y amada.

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