Racistas muy de manual
Dice Domingo, el jubilado agredido en Torre Pacheco, que no quiere líos, que todo vuelva a la normalidad pero que se quede la Guardia Civil
La conclusión después de lo de Torre Pacheco viene a ser que somos racistas y la recomendación fundamental es que dejemos de serlo. Que recordemos lo de que somos país de acogida y lo de que, en un momento dado, fui forastero. Y a lo mejor, con lo que ocurrió, era necesaria una manifestación de Stop Racismo. O también era precisa la moción por la convivencia impulsada por el Ayuntamiento de Valladolid. O la llamada de la ONU a que, por favor, nos entendamos. O a lo mejor era una sesión más de política para calmar las aguas y a otra cosa o para atraer votos de aquí o de allá o para no perderlos. No vaya a ser que de esta Vox gane más, que ya está disparadito en las encuestas.
De lo de Torre Pacheco queda el mensaje amplificado de grupos de ultraderecha y el silenciado de los vecinos, que resulta que por denunciar inseguridad se convirtieron en racistas o ultraderechas, según viniera el día. A lo mejor hace falta hacer algo más. A lo mejor escucharles.
Dice Domingo, el jubilado agredido en Torre Pacheco, que lo que no quiere ahora son líos. Que quiere volver a la normalidad, que todo vuelva a ser como antes... pero con Guardia Civil. Vienen a decir él y sus amigos del dominó que vendría bien que «unos cuantos» patrullaran por el barrio. En el barrio de la Palma donde ese joven prendió fuego a la menor tutelada por el Gobierno lo que piden es poder volver a dejar las puertas de sus casas abiertas, como estaban antes. Y piden que no haya okupas y que ellos mismos puedan salir de casa sin miedo. Hemos llegado a un punto en el que la nacionalidad del que delinque no se escribe por si es racismo o uno interpreta que incita al racismo y entonces se lía. Y poco podemos presumir de que existe convivencia e integración cuando se piensa eso.
Hemos llegado a un punto en el que queda silenciado aquel que denuncia inseguridad, siempre que el barrio marginal tenga una población alta inmigrante. Y en el que es fácil llamar racistas a los demás desde el sillón de barrio acomodado que ve los problemas de integración y convivencia por la tele. Y la integración y la convivencia se consiguen cuando todos respetamos las normas.
Es mejor negar que ocurrió. Como que lo que vivimos ahora ya pasó en Francia antes. Y que en lugar de tomar medidas, se vio entonces como un telediario más. Como ahora puede que ocurra con lo de Torre Pacheco. Que los gobiernos europeos en general han optado por el dejarse llevar porque era lo más cómodo. Por no tener líos. Y mejor un trato diferenciado por la religión. Y se es feminista pero depende de a quién nos refiramos porque por encima se han puesto los usos y costumbres. Por no incomodar. Y pide Domingo que esté la Guardia Civil cuando la obligación del Estado es garantizar la seguridad de toda su población. Y tener un control efectivo de fronteras y sacar de la calle a los que delinquen, tanto españoles como extranjeros. Pero es más fácil quejarse de ultraderechistas cuando precisamente los grupos radicales se aprovechan del abandono de la gente, como ocurre con los desokupas.
De esta, que a los de Torre Pacheco se les ha contado la enorme importancia que tiene la inmigración en la economía española. Como si pudiera darles alguien lecciones de esto cuando es un pueblo de 40.000 vecinos que vive de la agricultura y tiene un 30% de habitantes inmigrantes, la mayoría marroquíes.
Se habla de convivencia y, a la vez, se reparten inmigrantes por decreto, sin un plan, y sabiendo que algunos dejarán de existir para el sistema si se les deniega la solicitud de asilo. Y no podrán trabajar. Pero si hay más «torres pachecos», será porque somos racistas.