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El verbo dimitir

Cometer errores forma parte tan natural e intrínseca como la conjugación del verbo dimitir

Lunes, 18 de noviembre 2024, 05:30

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La noche del 17 de julio de 2021, la riada se llevó 190 vidas en el Valle del Ahr. Decenas de miles perdieron sus hogares. Fue una noche de sábado a domingo, en lo más alto de las vacaciones de verano, pero ese mismo domingo día 18, sin todavía haber terminado las autoridades de contabilizar las víctimas, la canciller Angela Merkel visitó Bad Munstereifel, el epicentro del desastre, y anunció los primeros 200 millones de euros en ayudas. No habían pasado ni veinticuatro horas. Su ministro de Interior, también desplazado a la zona de la catástrofe, firmó la transferencia ese lunes día 19, y estudió sobre el terreno la estrategia de colaboración entre las administraciones regional y federal, en un escenario en el que los municipios estaban desbordados en todos los sentidos. La ministra regional de Medio Ambiente de Renania Palatinado, Anne Spiegel, participó en aquellas primeras reuniones de crisis a través de videoconferencia. La prensa le afeó la falta de reacción, el no haber salido corriendo de inmediato, y sobre todo que diez días después se tomase cuatro semanas de vacaciones con su familia en Francia. Su marido había sufrido un derrame cerebral en 2019 y sus cuatro hijos habían sufrido mucho estrés durante la pandemia, así que consideró que esas vacaciones juntos eran necesarias para resetear la relación familiar. Visitó después la zona varias veces, hasta que ese 21 de diciembre fue llamada a Berlín para ocupar la cartera de Familia del nuevo gobierno, después de que el también socialdemócrata Olaf Scholz ganase las elecciones. Disfrutó del cargo de ministra, sin embargo, sólo unos meses, hasta que la comisión parlamentaria que auditó la gestión de las inundaciones tuvo acceso al contenido de sus comunicaciones y a los mensajes SMS que había intercambiado durante las fechas más críticas con su portavoz. Aquella información dejaba en evidencia la lentitud de su oficina y, sobre todo, la perversión de sus prioridades. Por momentos estuvo más preocupada por las consecuencias de las inundaciones sobre su propia carrera política que sobre la vida de las víctimas. «El juego de culpas puede empezar pronto, necesitamos un relato de que advertimos a tiempo«, urgía a su responsable de comunicación en uno de aquellos mensajes. La comisión parlamentaria demostraría que su oficina tuvo conocimiento de lo que se venía encima a las seis de la tarde y no emitió la correspondiente alerta hasta la noche. Durante su comparecencia ante dicha comisión, reconoció los errores e inmediatamente después dimitió de su cargo de ministra de Familia, que no tenía ya nada que ver con la gestión de las inundaciones pero que no podía seguir ocupando por decencia, por respeto a las víctimas de la tragedia. Dimitó el 11 de abril de 2022, cuando las televisiones ya ni se acordaban de las imágenes en bucle de la riada. No dimitió en caliente, sino en frío. Y en primera persona del singular, que es como se conjuga el verbo dimitir, al menos en territorios ignotos como este, bastante al norte de los Pirineos. El canciller que fallidamente confió en Anne Spiegel para una de las carteras de su gobierno, Olaf Scholz, también está a punto de someterse a una moción de confianza por lo que a algunos les parecerá un quítame allá esas pajas. Resulta que ha perdido los votos de uno de sus socios de gobierno y no tiene ya mayoría con la que seguir aprobando leyes, así que pone su jefatura de gobierno a disposición del parlamento y se verá obligado a convocar elecciones anticipadas, a pesar de que las encuestas le auguran un serio revolcón. Podría haber sacado a subasta la vacante en su coalición, comprar votos a precio de Estado y seguir amarrado a la silla, pero se va por decencia. Un hecho más de normalidad democrática, de la que cometer errores forma parte tan natural e intrínseca como la conjugación del verbo dimitir.

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