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HemoParece convencido de que ha descubierto la pólvora, pero el informe con el que Mario Draghi se ha presentado tan ufano en Bruselas no dice sino lo que ya todos sabíamos, que Europa pierde productividad a espuertas, sobe todo si la comparamos con China y con Estados Unidos. Y sobre este fúnebre diagnóstico firma su misma receta de siempre: más deuda. Ya le dio a la máquina de hacer dinero con alegría en la crisis de las primas de riesgo y dejó instalado en el Banco Central Europeo ese remedio para todo y que no cura nada. Nos empobreció. Los países de la UE adquirieron también una ingente deuda conjunta para tapar la deficitaria gestión de la pandemia: muchos de aquellos fondos ni siquiera han llegado a usarse y sobre los que sí han sido utilizados pesa la sospecha y la falta de transparencia. Pero la deuda ahí queda. Esa sí que lastra la eficiencia y el futuro de nuestros estados, nuestras prestaciones sociales y nuestros servicios públicos. Y ahora Draghi quiere tapar el agujero con más deuda. Ni siquiera es necesario entrar a valorar la distribución que propone de esos nada menos que 800.000 millones de euros. Basta con subrayar que todo el documento se infla de evidencias para ocultar la única y envenenada frase que trata de justificar: «La UE debe avanzar hacia la emisión regular de activos seguros comunes».

Draghi no es tonto, de lo que se deduce que sirve a intereses espurios cuando defiende nuestro endeudamiento ilimitado, el de nuestros hijos y nuestros nietos. Draghi sabe que no todo se arregla con deuda. Incluso debe saber que no todo se arregla con dinero. Y eso es algo que en Europa parecemos haber olvidado. A veces, los problemas se solucionan trabajando, a base de esfuerzo. Es un discurso poco popular, insoportable para generación y media si además añadimos la palabra sacrificio, que siempre estuvo en boca de nuestros padres y abuelos y de la que hemos renegado con ceguera. Pero es precisamente la capacidad de esfuerzo la que nos hace no sólo productivos, sino también libres. No es posible sustituir con deuda la educación, el compromiso y los valores. A veces hay que coger el toro por los cuernos y dejar de mentirnos a nosotros mismos. Criamos hijos que se traumatizan si la profe corrige con rotulador rojo y después pretendemos meter su falta de productividad bajo la maloliente alfombra de la deuda. No podemos aspirar a más derechos trabajando menos porque son las dos caras de la misma moneda. Y si no queremos colegios como los de China ni un sistema sanitario como el estadounidense, como es mi caso, habrá que trabajar no sólo más, sino también mejor que los chinos y los estadounidenses.

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