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Recuerdo haberme situado frente al mostrador, cuya superficie apenas alcanzaba a ver desde de mi infantil estatura, para comprar mi primera libreta pautada con pentagrama. Aquellas cinco líneas negras perfectamente paralelas sobre el rugoso papel de color blanco roto, abiertas a infinitas combinaciones y permutaciones de notas y silencios, eran las puertas a un multiverso de emociones, ideas y evocaciones por descubrir. Pura magia. Igual que los alumnos de Hogwarts acuden al señor Ollivander, mis hermanos y yo acudíamos a Musical Iglesias para acertar con la guitarra apropiada para el tamaño de nuestros dedos y que encofraba el carácter musical acorde con nuestro temperamento. La expectación, en casa, años más tarde, fue descomunal a la llegada del camión que transportaba el primer piano. Recuerdo la caja de cañas en la que espulgaba en busca de las del número tres o, en su defecto, dos y medio, para la boquilla del saxofón de mi padre. Y, pasando ya el relevo, la visita con mi hija para elegir allí su primer violín. No hay líneas suficientes en este artículo para agradecer la labor callada de varias generaciones de una familia que ha alimentado, con su quehacer diario, el amor por la música en Salamanca. Su cierre dejará un vacío que espero llenen otros con el mismo tesón y la misma perseverancia, pero la pérdida no es del todo reparable, Es cierto que la comunidad musical salmantina cuenta hoy con muchos otros recursos que aquellos de los que disponíamos en los años ochenta y noventa, para hacerse con sus instrumentos, partituras, atriles y aperos de afinación. Hoy, a golpe de clik, te haces con casi cualquier cosa que llega en paquete desde ve a saber dónde. Pero ese impersonal proceso de surtido no incentiva en la misma medida que una visita a ese rincón de las maravillas, del que se salía siempre con ganas de empezar a tocar o a cantar, a componer o a compartir. Con su compañía, asesoramiento y cariño, Iglesias ha motivado a miles de salmantinos a ese ejercicio mágico de expresar a través del sonido la más elevada condición humana. Por eso esta emotiva despedida. ¡Ojalá se multipliquen en Salamanca nuevos centros de actividad musical, que den también ese paso más allá de la compraventa y que promuevan ese acto sublime de vibraciones controladas que se abre paso directamente hasta el corazón. Es el perfecto ejemplo de un pequeño comercio que ha imprimido su sello sobre el carácter de Salamanca. Mi gratitud por cada jornada que queda atrás y por todos esos esfuerzos que cuesta mantener abierta durante tanto tiempo una tienda como Musical Iglesias. Allá donde vayáis, sabed que el fruto de vuestro trabajo ha calado en familias enteras y ha ayudado a forjar una tradición musical que hoy distingue a esta ciudad.

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