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En una sociedad tan polarizada como la actual somos acuchillados a mentiras, a incertidumbres y presiones que nos hacen dudar hasta de la historia reciente que vivimos en nuestras propias carnes. Las generaciones actuales no necesitan dudar, porque nunca les enseñaron lo que sucedió en España durante los años posteriores a la muerte de Franco (si es que saben a qué personaje me refiero). Puede que a muchos les suene el nombre de Adolfo Suárez, por lo del aeropuerto de Madrid.
Conviene, pues, que de vez en cuando les refresquemos –y nos refresquemos– la memoria. En este sentido, el pasado jueves tuvo lugar una nueva sesión de la actividad denominada «Aula Alumni de Valores Democráticos». Se trata de una iniciativa de Alumni USAL que se desarrolla cada trimestre en el Aula Francisco de Vitoria de las Escuelas Mayores. Este foro de debate pretende reflejar el compromiso de la Universidad de Salamanca con la formación y los valores que definen nuestra democracia y, al tiempo, promover espacios de encuentro donde se aborden cuestiones y principios sobre los que se sustenta nuestra sociedad.
En este marco, tan asociado a los fundadores de la Escuela de Salamanca y los Derechos Humanos, dialogaron María Elena Martínez Barahona y Manuel Redero San Román ante un público maduro (cronológicamente hablando) y heterogéneo en cuanto a sus procedencias académicas y profesionales. A lo largo de la sesión pasaron revista, desde las diferentes atalayas de sus respectivos quehaceres investigadores, a los aspectos más interesantes –y controvertidos— de ese periodo histórico que da sentido a muchos aspectos de la política actual, un periodo no muy extenso en el tiempo, pero muy amplio desde el punto de vista de sus repercusiones. Suele haber consenso en que la Transición comienza tras la muerte de Franco y finaliza en 1982 cuando Felipe González gana las elecciones generales, si bien hay historiadores que lo alargan cuatro años más, con la entrada en 1986 de nuestro país en la entonces llamada Comunidad Económica Europea.
Ambos ponentes dejaron sobrada constancia de su soltura en las aulas, de su capacidad de comunicación y de su profundo conocimiento del tema. Coincidiendo en muchos aspectos y matizando otros, una de las conclusiones –hubo muchas-- es que la Transición ha sido ideologizada en exceso, que existe una labor pedagógica aún pendiente, que ha sido objeto de estudio más allá de nuestras fronteras, que acaso la mitificación haya sido excesiva porque, en palabras de Redero, «se hizo lo que se pudo, pero no se hizo del todo» y que, en última instancia, a diferencia de lo sucedido durante los mismos años en Portugal, la Guerra Civil española supuso un trauma tan tremendo que aún hoy ese desgarro sigue pesando, valga la redundancia, mal que nos pese.
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