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CHURRAS Y MERINAS

Muletillas, coletillas y latiguillos

Conocemos extranjeros cuyo español es perfecto y sin embargo patinan en el uso adecuado de alguna preposición

Domingo, 21 de mayo 2023, 05:00

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«De alguna manera tendré que olvidarte», cantaba Luis Eduardo Aute hace ya bastantes años. En ese momento no podría imaginar que ese «de alguna manera» iba a ser un recurso verbal muy frecuente en cualquier tipo de discurso, conversación formal o informal, arenga política, etc., al igual que expresiones de tan frecuente uso como «desde luego», «en base a», «a nivel de» o, entre los más jóvenes, el manido «en plan».

Todos estos términos, lo mismo que otros muchos como «pues nada», «a ver», «digamos» o «qué quieres que te diga», pueden agruparse en sentido amplio en lo que denominaríamos muletillas, coletillas y latiguillos, «es decir», son términos que, en su acepción lingüística, tienen, evidentemente, más significados que los habitualmente atribuidos al mundo de los toros y al de la fontanería.

No se trata, pues, de usar la muleta o de echar mano de una de apoyo –aunque en ocasiones bien pudiera parecerlo-, ni de cortarse la coleta –algo tan gráfico y expresivo en el mundo taurino--, ni siquiera de sustituir el tubo flexible de conexión entre dos tubos rígidos (definición de la RAE de latiguillo). Con esos diminutivos se alude a expresiones, palabras y frases hechas, comodines a veces pleonásticos que el hablante intercala a modo de tics. Pueden aparecer también en la escritura, pero lo normal es que se usen en el lenguaje oral. Nadie está libre de ellas. Yo el primero.

Dominar las muletillas siempre ha obsesionado a quienes desean conocer otro idioma, porque ese nivel implica el control de los más íntimos vericuetos de la lengua tal como la usan los nativos. Y eso no es fácil. También sucede con las preposiciones. Conocemos extranjeros cuyo español es perfecto y sin embargo patinan en el uso adecuado de alguna preposición. No todas las muletillas son igualmente frecuentes, ni todas conllevan un mayor grado de formación cultural por parte del hablante. Pero constituyen una seña de identidad que pueden decir mucho de quien las utiliza, de su nivel educativo, de su extracción social, de su dominio de la lengua oral o escrita.

Mediante estas muletillas unas veces se indica desacuerdo, otras ayudan a concluir una frase o simplemente rellenan un posible silencio en el que no se sabría muy bien qué decir, porque, en términos comunicativos, tendemos a redondear nuestras frases y a recurrir a locuciones que, aunque repetitivas, nos sirven de apoyo verbal. No siempre el silencio es la mejor de las músicas.

Las muletillas no poseen contenido informativo como tal. Van cambiando con el tiempo. Unas tienen mayor vigencia desde el punto de vista diacrónico, mientras que otras se desvanecen con relativa rapidez y dependen de variantes dialectales o geográficas. Señal de que las lenguas, «de alguna manera», están vivas. ¿Vale? O sea.

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