Llamadas no deseadas
Las llamadas se siguen produciendo. Está visto que alguien se toma a chufla la normativa
Hace apenas unos días nos enterábamos de que el Ministerio de Transformación Digital prohibía las llamadas comerciales a través de teléfonos móviles, con el fin de combatir posibles estafas telefónicas y de mensajería móvil (Orden TDF/149/2025). El tal Ministerio es el que a ratos libres dirige un tipo alto y desgarbado que me recuerda al Walter Matthau de las películas La extraña pareja y Primera plana. Como si nada. Recordemos que ya estaba prohibida esa modalidad de irrupción en la intimidad por parte de las empresas (prácticamente todas usaban y abusaban) desde mediados de 2023. Tampoco sirvió de mucho, aunque el BOE de entonces, como el de ahora, insertara largas consideraciones al respecto. Estarían más pendientes de esconder los trafullos de los Koldos, Ábalos, Cerdanes y su cofradía de saqueadores asociados. Las llamadas se siguen produciendo. Yo las he estado recibiendo a lo largo de toda esta semana. Como habrán podido comprobar los abonados a cualquier operador, aparecen con prefijos de diferentes ciudades (mis seis últimas, por poner un ejemplo, provienen, en teoría, de Alicante, Navarra, Orense, Barcelona, Ávila y Pontevedra). Está visto que alguien se toma a chufla la normativa y se ríe de ese ministro (¡tururú!) que, aparte de dedicarse a inventar bulos, no se le conoce otra preocupación, como no sea la de colgar en aforadas orejas ridículos pinganillos. Con lo bien que vivía este sujeto en Paradores.
Durante años he procurado ser cortés, comedido, incluso amable, cuando a horas inoportunas alguien llamaba para ofrecerme tarifas baratas, cambiar de titularidad de operador telefónico, eléctrico, gasístico, etc. Pensaba yo en las personas que desde los distintos «call centers» se ganan la vida honradamente al servicio de unas empresas acaso no tan honradas. Reconozco que a veces me entraba la vena irónica y hasta humorística en las respuestas: «Mire, no puedo atenderle, estoy en un mal momento, mi mujer se ha fugado con mi mejor amigo, me ha dejado tres críos y no sé qué hacer», o bien «me encuentro en un velatorio/funeral, un poco de respeto, por favor», o «me pilla en plena operación de fimosis», y así sucesivamente. Todo un rosario de inofensivas sandeces. Por supuesto, bloquear esos indeseados números no servía de nada. Deben de tener miles de líneas desde las que incordiar al pasivo contribuyente.
Ahora leo que esas irrupciones en nuestra intimidad provienen de países lejanos, y que, gracias a la IA, podrían ser máquinas las que pretenden dialogar conmigo. He cambiado de táctica. Recurro al insulto más brutal, procaz, soez y directo que se me ocurre (y puedo asegurar que el repertorio es contundente), aun a sabiendas de que estoy insultando a una máquina. Tal vez sea así, pero al menos me desahogo. Como Koldo con sus grabaciones.
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