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CHURRAS Y MERINAS

El habla de Los Santos

Para Ovidi Carbonell, Los Santos es como la cáscara del alma, un lugar al que pertenece, podríamos decir, por «derecho de consorte»

Domingo, 18 de mayo 2025, 05:30

Elaborar un diccionario de cualquier temática es embarcarse en un afán que pone a prueba la constancia, el tesón y la preparación lingüística de quien osa emprender una tarea que bien puede considerarse como apasionada e ingrata al mismo tiempo. Por eso mismo, la satisfacción de ver concluida una obra titánica materializada en más de quinientas páginas en torno al habla de una localidad salmantina, creo que compensa en parte los miles de horas empleadas en laboriosos trabajos de investigación bibliográfica, histórica, etnográfica y de análisis rigurosos tras haber desmenuzado fuentes, archivos y documentos, sin olvidar esa imprescindible faena de campo que consiste en entrevistar a un sinfín de informantes.

Pues bien, en sucinto resumen, eso es lo que el catedrático de la Universidad de Salamanca Ovidi Carbonell Cortés ha llevado a cabo para mayor gloria de la cultura salmantina. Este veterano miembro del Departamento de Traducción e Interpretación, adscrito a la Facultad de Traducción y Documentación, acaba de presentarnos el Diccionario del habla de la Villa de Los Santos, obra admirable, monumental y modélica, publicada por la Diputación de Salamanca en colaboración con el propio Ayuntamiento de Los Santos.

Para quien no conozca la zona salmantina donde se ubica la población objeto de este estudio, Los Santos y sus aledaños se asocian al granito, a los berrocales, a los trabajos de cantería, a una arquitectura peculiar, a determinadas tradiciones y a populares romerías con marcadas reminiscencias históricas. Pero para Ovidi Carbonell Los Santos es casi como la cáscara del alma, un lugar al que pertenece, podríamos decir, por «derecho de consorte». Allí, su innata curiosidad le llevó a abordar no solo los fenómenos estrictamente lingüísticos, el modo de expresarse de las gentes, sus vivencias y creencias ancestrales, sino también los secretos tantas veces olvidados que ocultan el rico patrimonio cultural de todo un pueblo.

El profesor Carbonell ha ido mucho más allá de la mera catalogación de vocablos o de la sucinta descripción de aperos e instrumentos, de realidades físicas o accidentes geográficos, de sustancias semánticas o predicativas (en acepción del recordado don Antonio Llorente Maldonado) o de determinados rasgos interpretables a la luz de la toponimia actual. Su perspicaz mirada de investigador, avizorante curioso y metodólogo bien curtido, le han permitido desentrañar enmarañadas etimologías, legitimar vocablos cuyos referentes yacían semiolvidados, envueltos entre los pliegues de la memoria colectiva de las personas mayores quienes, a su vez, los habían atesorado como íntima herencia de sus ancestros. Esta obra, dice su autor, es «un proyecto de traducción personal». Es mucho más. Rebasa con creces los límites de un diccionario.

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