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La luz es aquello que nos ayuda a habitar el espacio, a reconocerlo y analizarlo. La oscuridad nos habla de tinieblas, de sombras y negruras. Como la de las almas de tantos bribones y granujas que (mal) gobiernan el mundo.
El apagón del Lunes de Aguas nos indica que seguimos siendo frágiles y vulnerables. Y a partir de ahora, aún más desconfiados. Porque si la dana puede repetirse y nadie pone remedio para minimizar sus efectos en el futuro, uno se pregunta si, en paralelo, la profecía del presidente del Gobierno («no habrá apagones, ni faltarán bombonas de butano») no se la llevará el viento (de las eólicas). Cualquiera se fía a estas alturas de la palabra de quienes debieran proteger los intereses de los ciudadanos. Lo único cierto es que el famoso cero absoluto del otro día nos pilló de nuevas, a bragas enjutas, sin velas, ni linternas, sin pilas ni transistores que llevarnos en bandolera, como cuando los pastores subían antaño --el «arradio» terciado junto al zurrón-- con sus ovejas a las majadas y el transistor como única compañía.
El famoso apagón de Nueva York de mediados de julio de 1977 fue un fenómeno que sumió a la Gran Manzana en el caos durante unas cuantas horas. Se dice que, entre otros efectos negativos, tales como robos, asaltos, saqueos, pillaje y vandalismo, hubo alguno positivo (es un suponer): a los nueve meses se incrementó la tasa de natalidad. Un «baby boom» sobrevenido. Claro, como la ausencia de energía (eléctrica) les pilló en horario nocturno y sin televisión, había que entretenerse echando mano de otra energía: la genésica. En España, al tener lugar a plena luz del día, no es esperable tal aumento natalicio. Lástima, con la falta que nos hace una inyección de nueva savia que pague las jubilaciones futuras.
En Nueva York fue un rayo el que desencadenó el corte del suministro eléctrico en cadena. Aquí no nos han explicado debidamente las causas. Tal vez el rayo que no cesa de la inoperancia generalizada, la inepcia de unos responsables enchufados a sí mismos o la mala baba del destino que quiere poner a prueba a sus víctimas. Si hubiera sido un ciberataque, posibilidad en la que en un principio todo el mundo pensó, habría que pedirle explicaciones a Israel o a Rusia. No es el caso. Sin embargo, ya empezamos a aproximarnos a Cuba y Venezuela en esto de los apagones. Bienvenidos al bananeo caribeño.
Y ahora, este desaguisado ¿quién lo paga? Como las eléctricas (Iberdrola y demás operadores) no le enseñen los colmillos al Gobierno, se van a cargar con el mochuelo de este apagón y los que vengan. Entretanto, ajena a la polémica de las fuentes energéticas, la central hidroeléctrica de mi pueblo lleva años parada mientras el agua, que durante casi ocho décadas movió sus turbinas, discurre libre río abajo. A alguien le faltan luces.
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