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CHURRAS Y MERINAS

Agosto Fiestero

Es tiempo de fiestas populares, de reuniones en los lugares de origen de nuestros mayores, de celebraciones...

Domingo, 6 de agosto 2023, 05:30

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Antes de que los políticos se preparen para darnos la tabarra en las próximas campañas electorales con o sin investidura; antes de que los partidos se aseguren de que las empresas demoscópicas contratadas sean de fiar y no presenten datos deliberadamente sesgados so pena de entronizar a Tezanos; y antes, incluso, de que en un alarde de suicidio colectivo tengamos a la raposa vigilando el gallinero, es decir, a Puigdemont y sus esbirros poniendo gobiernos en el «Estado español» (con tales bueyes aramos); antes, digo, de lo que nos espera en otoño con la economía maltrecha, la inflación rampante, el precio del dinero por las nubes y el paro de nuevo en ascenso, conviene serenar el espíritu por unos días al calor de este mes vacacional por excelencia.

Agosto es tiempo de fiestas populares, de reuniones familiares en los lugares de origen de nuestros mayores, de celebraciones bajo la advocación de las diversas vírgenes y santos de turno, de verbenas con fuegos artificiales, de copiosas comidas y reparadoras siestas (para quienes no anden metidos en las faenas del campo, claro). Agosto, soleado y brillante, debería poner a la gente de buen talante, parafraseando a uno de los muchos refranes referidos a este mes que poco a poco acorta los días y engorda las uvas para septiembre.

Muchas son las poblaciones donde se celebran semanas grandes, fiestas de moros y cristianos, tomatinas, romerías de uno u otro tipo, pulpadas, ferias gastronómicas y hasta jornadas mundiales de la juventud con Papa itinerante incluido, por no mencionar santos concretos, como San Cayetano, San Lorenzo, San Roque, San Bartolomé y, naturalmente, la Virgen de Agosto, de tanto arraigo en nuestra región.

Quienes ya tenemos una cierta edad, recordamos con un punto de nostalgia los tiempos de la infancia cuando esperábamos impacientes la fiesta agosteña en la que siempre se estrenaba algo. Ese día, ya de buena mañana, se observaba una actividad inusual: los cacharreros exhibían sus productos en la plazuela, los vendedores ambulantes pregonaban los suyos por las casas.

Los hogares lucían sus mejores galas, cubiertas las camas con las más galanas colchas. El plato principal –caldereta o similar– empezaba su proceso a fuego lento. Las tartas y mazapanes estaban ya listos desde el día anterior. La misa solemne, a ser posible con tres curas, venía precedida por repique campanero y procesión del santo en andas alrededor de la iglesia. Luego, los vermús previos a la primera andanada de bailes, una vez regaza la zona para que no se levantara mucho polvo. Juego de bolos por la tarde y baile-verbena con la pareja de la Guardia Civil, tricornio y capote, como presencia obligada para prevenir hipotéticos desmanes. Todo eran emociones y grandes esperanzas. Las de ahora, me temo, son de otro tipo.

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