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Tres historias asombrosas

Yo quiero seguir asombrándome por historias de superación que sí entroncan con la esencia del deporte

Miércoles, 5 de febrero 2025, 06:00

Con esto de que esta semana ha finalizado el mercado de fichajes invernal en el fútbol, me sigo asombrando de la despreocupación con la que los medios manejamos las cifras tan exorbitantes que se gastan las sociedades deportivas más poderosas -los que resisten como clubes son pocos- en reforzar sus maquinarias para que la rueda del deporte profesional siga rodando. Hablamos de millones de euros como si fuera calderilla, olvidando que lo que le va a costar a su equipo de Segunda ese polivalente zaguero ecuatoriano equivale más o menos al presupuesto anual de una diputación pequeña. Yendo a los números más grandes, la Premier League Inglesa se ha gastado, con todo su poderío de millonarios árabes detrás, casi 470 millones de euros. Esto viene a ser 20 veces lo que han invertido en LaLiga española, unos 26 millones, que es un desembolso bastante modesto para lo que se ve por ahí.

Ante la barbaridad de dinero que mueven estas industrias del entretenimiento no hay mucho reparo que poner, una vez que te viene a la cabeza las cuotas mensuales que nos cobran a los abonados las operadoras de televisión que tienen los derechos de las retransmisiones. Al final es el aficionado que ve fútbol desde el sofá quien paga el fichaje del zaguero ecuatoriano mientras la burbuja crece y crece hasta que quizás estalle un día. Como le estalló hace año a medio a Luis Rubiales aquel arrebato de euforia descontrolada que le llevó al «piquito» a la jugadora Jennifer Hermoso tras ganar el Mundial. También esta semana acaba de empezar el juicio en Madrid y en este tema me siguen asombrando muchas cosas. La más notoria podría ser el hecho de que pese a los numerosos indicios de corrupción, tráfico de influencias y mala gestión del expresidente del fútbol español, lo que le haya llevado ante la justicia sea ese arrebato de testosterona. Y no me refiero al despreciable beso no consentido de un jefe a su subordinada, sino a todo el tejemaneje que la cúpula de la RFEF desplegó los días siguientes para restar importancia al asunto y para convencer a la deportista de que se quedase calladita.

Pero lejos de los despachos, la economía y los presuntos delincuentes, el mundo del deporte siempre dio y dará para historias realmente asombrosas. En la esencia del lema de los Juegos «citius, altius, fortius» («Más rápido, más alto, más fuerte»), me quedo con la hazaña que está protagonizando una deportista aficionada. La navarra Estefanía Unzu, conocida como Verdeliss, se hizo un nombre en las redes sociales al exponer su vida cotidiana junto a su marido y sus ocho hijos. Incluso llego a emitir en directo el plácido parto de la octava criatura en la piscina de su casa. Empresaria del mundo de la cosmética y ultrafondista en sus ratos libres, lleva completados esta semana cinco maratones disputadas en cinco días y en cinco continentes distintos, gracias a un avión dormitorio dispuesto por la organización en el que los participantes se desplazan entre prueba y prueba. La atleta española participa en el World Marathon Challenge, un reto mayúsculo en el que participan 62 deportistas aficionados de 20 países. Ella es la única representante española y está arrasando.

El viernes fue cuarta clasificada y primera mujer en la carrera disputada en la Antártida; el sábado se impuso a todos los corredores en Ciudad del Cabo y en los siguientes días hizo lo propio en Perth (Australia), Dubai y ayer en Madrid, donde pudo recibir el cariño de los suyos. Hoy corren en Fortaleza (Brasil) y mañana en Miami, donde podría completar un registro histórico. Yo quiero seguir asombrándome por historias de superación como la de Estefanía Verdeliss, que sí entronca con la esencia del deporte y que debería merecer los titulares más grandes y todo nuestro reconocimiento.

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