Como cometa sin cuerda
Con cada transigencia, con cada giro ideológico violento, algo se pierde que ya costará mucho recuperar. Sobre todo, credibilidad
A pesar de estas temperaturas, duermo bastante bien en verano. Ahí influyen varios factores, creo yo: un calor es soportable (tres hurras para quien inventó el ventilador silencioso), un nivel de preocupaciones vitales tolerable y una conciencia tranquila. Pero siendo todo esto muy cierto, esta semana he recordado esa pesadilla que he tenido más de una vez y a la que llamo «la del scalextric».
Ya me gustaría a mí que este sueño inquietante tuviera realmente que ver con aquella mítica pista de carreras montable tan popular en mi infancia, pero no. En mi historia, veo como mi coche se aleja de mi por una recta larguísima tomando velocidad. Intento controlarlo con una especie de mando a distancia, pero en la lejanía de acerca a otros coches y siento que la colisión es inminente. Frustrado y desesperado, pienso en el siniestro, en los partes del seguro, en la carísima reparación y, en suma, en la pasta que me va a costar la broma.
Por eso comprendo a tantos miles, millones de españoles que siguen votando al PSOE y ven con estupor cómo Pedro Sánchez se les escapa cruzando lo que una vez fueron líneas rojas, transigiendo en lo que antes era intolerable y pactando acuerdos que suponen un torpedo en la línea de flotación contra la esencia ideológica del partido. Sánchez y sus acólitos, que un día optaron por la fidelidad extrema al líder con el único objetivo de «Lo que sea por gobernar», están reinterpretando en diferente grado el nombre de su formación: pretende aún ser Obrero, relativiza lo Español, acaba de dinamitar su espíritu Socialista y lo que mejor hace es estar cada vez más Partido.
El honrado votante socialista que ve la opción del puño y la rosa como la más tolerable divisa a Sánchez y los suyos golpeando con su cochazo paredes, pretiles, árboles y muros. Cada vez están más lejos, como cometa sin cuerda, pero siguen primeros en la carretera que simboliza el Gobierno, camuflándose cual camaleón o pulpo con el color que más interesa en cada momento. Ese honrado y honrada votante, que los hay, y muchísimos, confiaban en que su partido gobernase a caballo de unos valores, no abollándolos una y otra vez hasta destrozar la chapa.
Así las cosas, no se puede predecir hasta cuándo logrará arrastrar mayorías suficientes, porque con cada transigencia, con cada giro ideológico violento, algo se pierde que ya costará mucho recuperar. Sobre todo, credibilidad. Lo sabe Emiliano García-Page, voz tan díscola como sensata, quien ya debe de sentir el calor del puñal en su espalda. La ministra Montero llevaba meses negando la posibilidad de ceder el 100 % de los impuestos a Cataluña. Ante la necesidad de conseguir apoyos para investir a Illa en la Generalitat, lo imposible se ha hecho posible. Hace un año, Sánchez llegó a las generales descartando una amnistía para los condenados del procés. Cuando después necesitó a Junts para gobernar, se produjo de nuevo la magia.
En la breve rueda de prensa del miércoles en Moncloa, el periodista Fernando Garea recordó al presidente del Gobierno estos cambios de postura y luego tiró a dar: «¿Por qué hay que creerle cuando asegura que no aceptará una consulta en Cataluña, que creo que es la única linea roja que queda?» Bum. Obviamente Sánchez salió por peteneras. Garea fue el profesional que Sánchez eligió al llegar al Gobierno en 2018 para presidir la Agencia EFE. Fue destituido justo antes de la pandemia. El periodista declaró entonces: «Una agencia pública de noticias no es una agencia del Gobierno».
Cuando pierdo de vista mi coche, allá lejos, y comprendo que el desastre es irremediable, el sobresalto me devuelve la consciencia, reseteo y cambio de postura. Lástima que la realidad sea algo más complicada.