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Dice el refrán que en el país de los ciegos el tuerto es el rey. Eso es lo que debe haber pasado con el Ministerio de Transportes del Gobierno de España dirigido por el otrora boceras socialista Óscar Puente. Parece que ha sido el único político diligente entre tanto incompetente en la gestión del desastre ocurrido en Valencia.
Ha fallado el presidente de la Comunidad y sus consejeras, el presidente del Gobierno, la que pretende convertirse en vicepresidenta de Competencia y Transición Justa y Limpia de la Comisión Europea, Teresa Ribera, que está al frente de las confederaciones hidrográficas, las instituciones más ineficaces, y a la que los agricultores la detestan por incompetente y la ministra Margarita Robles, que racaneó medios para asistir de forma inmediata a las poblaciones afectadas. Aquí no se salva ni el apuntador y el que mejor puede quedar es el que permanezca callado.
Sin embargo, Puente ha abandonado el disfraz de agitador y camorrista que tan buenos resultados le ha dado con Pedro Sánchez y se ha puesto a trabajar para restablecer cuanto antes las infraestructuras dañadas por la DANA, que dejó incomunicadas por ferrocarril varias poblaciones próximas a Valencia y también con la capital de España.
Mañana, poco más de dos semanas después de la tragedia, ha anunciado que se recuperan los trenes de Alta Velocidad entre Valencia y Madrid y las infraestructuras ferroviarias que no puedan estar operativas se sustituirán por autobuses. Puente esta vez sí ha estado a la altura de lo que le piden los ciudadanos.
Ha sabido calzarse los zapatos de las víctimas, a pesar de que haya recibido las mismas instrucciones o el argumentario político que su compañera y paisana, la ministra Ana Redondo. La titular de la cartera de Igualdad publicó una foto, que después borró, en la que aparecían las instrucciones de lo que debía hacer y decir su equipo tras la desgracia de la DANA: «Es nuestro momento» o que «no hay que tener ansiedad», ya que «tenemos un plan». Es habitual que los partidos políticos envíen los argumentarios a su gente sobre cómo y qué hacer o decir ante determinados temas espinosos o de los que pueden sacar rédito político. Lo que demuestra que las direcciones de las formaciones políticas son muy conscientes de que tienen muchas deficiencias en sus filas y algunos necesitan instrucciones constantemente.
Pero en medio de tanta ineficacia, el ministro de las comunicaciones se ha destapado como un hombre con un mínimo de decencia política y humana ante el tamaño de la catástrofe. La empatía que le ha faltado a todos los demás, empezando por la consejera de Innovación, Industria, Comercio y Turismo, una tal Nuria Montes. Esa señora apareció a los dos días de la tragedia diciéndole a los familiares de las víctimas, con descaro y descortesía, que no se iban a entregar los cuerpos a las familias que esperaban a la puerta de la morgue habilitada en la Feria de Valencia, que tampoco se les iba a permitir el acceso y que tenían que esperar en sus casas la llamada del juzgado. ¿En qué casas, señora, si muchos las habían perdido? Qué menos que ponerse en la piel de los afectados y haber habilitado una sala para dar consuelo. Es lo mínimo.
Mazón no tendría que esperar a remodelar su Gobierno mañana. Debería haber destituido a la consejera Montes al minuto siguiente. Por mala y por su falta de empatía con las víctimas en un momento tan cruel. Seguramente no mejoraría ni leyendo el argumentario del partido.
Que se cuide Puente para que no lo castigue Sánchez y lo mande de vuelta a Castilla y León a competir con Mañueco en las próximas elecciones autonómica. El PSOE busca candidato con urgencia y nadie quiere, excepto Tudanca claro.
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