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Ese organismo anacrónico

Lo mejor que hace, al menos la Confederación Hidrográfica del Duero, es sancionar. Para eso no hay demora

Miércoles, 20 de noviembre 2024, 06:00

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No hace falta que una DANA arrase con todo lo que se encuentre a su paso para concluir que las confederaciones hidrográficas no funcionan. Ni la del Duero, ni la del Júcar, ni ninguna.

No hace falta que se inunde todo, que no lleguen las alertas a tiempo, que no hagan ni dejen hacer en la limpieza de los cauces. Las confederaciones ya tenían «mala fama», pésima, mejor dicho, por ser un organismo anacrónico, desfasado y en la actualidad politizado.

En Valencia fallaron todos y todo, porque la alerta de Protección Civil llegó a los móviles cuando ya se habían inundado muchas poblaciones y había muchos muertos. Pero la Confederación Hidrográfica del Júcar también falló al no advertir la magnitud de la tragedia cuando teóricamente es el organismo que dispone de los datos, igual que falló la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), que también depende del Ministerio para la Transición Ecológica de Teresa Ribera.

El Júcar disponía de una herramienta que permite avisar en tiempo real sobre la situación hidrológica (SAIH), aunque no tenía integrado un sistema anticipado de riesgo de catástrofe, que tiene, por ejemplo, el río Ebro y que permite anticipar con tiempo una debacle.

Pero mucho antes de que ocurriera la devastadora riada del Levante, las quejas contra los organismos que gestionan los ríos y las aguas subterráneas ya eran una tónica generalizada y constante por parte de todos aquellos que tienen que realizar alguna gestión. Sus tiempos no son de este mundo y la diligencia es de otro planeta. Creo que es el momento de que se lo hagan mirar.

No hay foro que reúna a empresarios, particulares, agricultores, comunidades de regantes o ayuntamientos en el que no lamenten el desastre de las confederaciones, aunque la que nos afecta a nosotros es la de Duero. El mal funcionamiento se ha agravado en los últimos años porque el «sanchismo» también ha colonizado las confederaciones hidrográficas.

El enfrentamiento más importante, sostenido en el tiempo, es el de la limpieza de los cauces de los ríos que, según el Tribunal Supremo en dos sentencias, corresponde a los ayuntamientos en lo que se refiere al cauce urbano. Lo que ocurre es que los ríos no entienden de fronteras, ni de delimitaciones geográficas urbanas, rústicas, provinciales o autonómicas y si los cauces se obstruyen por los obstáculos provocarán inundaciones, aunque el tramo urbano esté completamente limpio como la patena.

Pero dentro del absurdo, es este organismo ineficaz el que tiene que autorizar la limpieza de los ríos y ni hace ni deja hacer. Conseguir un permiso puede dar lugar a un año de diluvios universales y otro de sequía.

Así funcionan las confederaciones, la del Duero no es ajena al desastre. El silencio en cualquier administración pública se entiende como positivo cuando ha pasado un tiempo. En las confederaciones lo habitual es que no contesten y su silencio para cualquier autorización o permiso de un proyecto se entiende como negativo, pero como no contestan tampoco dan lugar a rebatir su negativa y a recurrir.

Por supuesto, hablar por teléfono es una quimera. Los proyectos empresariales se eternizan si de ellos depende un informe. Lo mejor que hace, al menos la CHD, es sancionar. Para eso no hay demora . Si a alguien se le ocurre plantar un árbol o quitarlo, o simplemente podarlo, es muy probable que la respuesta por parte de la Confederación sea prácticamente inmediata y reciba la consiguiente multa en tiempo real. Es el departamento que mejor funciona y del que deberían copiar otros.

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