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Si había alguna duda de la falta de escrúpulos con los que ha actuado el Comité Español de la Ética en la Investigación, se han despejado por completo. Es un órgano creado hace poco más de un año por el Ministerio de Universidades con la sana intención, «teóricamente», de velar por una ciencia responsable y la integridad de sus profesionales. También en teoría es independiente, según reza en la página web de Ministerio de la catalanista y valenciana de nacimiento, Diana Morant. Por supuesto tiene, también teóricamente, carácter consultivo, pero no lo parece porque sus informes pretenden sentar cátedra sobre la verdad.
Al frente de este supuesto órgano independiente, el Gobierno de Pedro Sánchez ha colocado a un catedrático catalán, Jordi Camí. Doctor en Medicina y catedrático en la Universidad Pompeu Fabra, méritos que sin duda le avalan, pero escrúpulos para llegar a la conclusión que él quería de antemano, parece que tiene pocos. Antes de investigar ya dictó sentencia condenatoria en las redes sociales: «hay gente que es campeona en autocitarse». Y es que, como dice el refrán castellano, la cabra tira al monte y no fue capaz ni de respetar los tiempos y esperar a que la investigación que después encargó saliera a la luz.
El Gobierno podría haber nombrado a cualquiera de los brillantes profesores e investigadores de las universidades españolas, pero casualmente eligió a un catalán. Nada que objetar si no hubiera quedado retratado desde la presidencia del Comité Español de la Ética en la Investigación (CEEI) como un sectario al servicio de intereses espurios.
El comité que preside el catalán Jordi Camí decide investigar la producción científica del rector de la Universidad de Salamanca, pero cometiendo algunos errores imperdonables para los que están en el mundo de la investigación, que solo pueden responder a que interesa más el ruido que la verdad. Ni preguntan al interesado ni le dan derecho a la contradicción, es decir permitir al acusado rebatir con argumentos las acusaciones. Nada de esto ha pasado. Posiblemente no interesa saber quién está detrás del grave daño que se está haciendo a la Universidad en las posaderas del rector, al que por ahora no han podido descabalgar por la inconsistencia de las supuestas irregularidades que, como nadie está en posesión de la verdad, para unos lo son y para otros no, pero lo cierto es que al juzgado nadie ha ido, excepto el rector por amenazas y suplantación de la personalidad.
El catedrático catalán encarga a la Universidad un informe sobre trayectoria investigadora del rector que, por mayoría del consejo de gobierno, se lo encomienda al catedrático leonés salvador Rus y como parece ser que no les gusta el elegido, el señor Jordi Camí decide confiarle otro «ad hoc» a dos profesores de Granada que, seguramente serán buenísimos, pero su proceder deja bastante que desear desde el momento que antes de conocerse su dictamen, lo envían a medios y editoriales internacionales con el afán de desprestigiar.
No sé si el método utilizado por los granadinos es el idóneo, pero la forma de proceder deja muchas dudas sobre su objetividad y los fines que persiguen. Y yo me pregunto: ¿Por qué tiene más credibilidad para el comité de la ética el informe de los profesores de Granada que el del doctor Rus?
Hasta ahora el órgano era irrelevante y a partir de ahora ha demostrado ser poco objetivo, sectarismo y manipulador. Lo mejor que puede hacer la ministra Diana Morant para ser creíble es disolver el comité y empezar de cero, porque está totalmente desacreditado para emitir informes ecuánimes e imparciales.
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