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No está el horno para bollos. La gente tiene bastante hartura y no hay sector económico que aguante y los que lo hacen, entre bastidores, se quejan de una situación muy complicada. Para que el campo, agricultores y ganaderos, se tiren a la calle es porque ni les salen los números, ni se sienten arropados, más bien diría yo ninguneados. «No me gusta cómo caza la perrina», se oye decir por lo bajo a muchos de ellos. La gente del campo es sosegada, tranquila, a veces demasiado, pero cuando se hartan… ay amigo, son malos enemigos. Y lo más curioso es que cuando han decidido echarse a las carreteras es porque tienen razón. El campo en general lleva aguantando el tirón de un país que vive de espaldas a quienes son el motor económico de la alimentación de un pueblo. Sin ellos no hay que llevarse a la boca y si no comemos… pues de poco nos sirven las carreteras, los servicios, ni nada de nada porque simplemente nos moriríamos.
Este ojo que observa conoce de primera mano el sufrimiento del campo. La agricultura depende de un programa hídrico que no se toca desde tiempos de Franco que, le pese a quien le pese, fue el único que se preocupó del agua en este país que ya apuntaba a ser un gran problema como consecuencia de los periodos largos de sequías que ya se daban. Desde entonces, los planes hídricos se han convertido en parte del papel de los programas electorales de los partidos políticos que ven en otros «problemas», más rentabilidad electoral, obviando este verdadero problema de todo el territorio peninsular. Al agua no sólo se le ha relegado, sino que además no se le ha hecho ni caso. Y de esos polvos vienen estos lodos. Con una política urbanita e ideológica, no se come. Más les hubiera valido a los catalanes invertir en retener sus aguas para sus campos y sus gentes, en vez de gastarse lo indecible en un independentismo que no les va a sacar de un problema tan grave. ¿Que no llueve? perdón, sí llueve, pero no sujetamos las aguas. La inversión en infraestructuras que embalsen las aguas no se ha hecho y ahora media España se muere de sed. Estas infraestructuras no se hacen de un día para otro y no se puede apelar a la solidaridad de determinadas cuencas hídricas, cuando la solidaridad de los que piden agua brilla por su ausencia.
Yo he conocido la cuenca del Tajo cuando era un río, con sus vegas, su riqueza y ahora… es un hilo de agua la mayor parte del tiempo… ¿cómo quieren que la gente no esté harta?
Les podría decir mil ejemplos. El campo no se muere, lo estamos matando. Entre todos lo mataron y él solito se murió. El campo y sus productos son la moneda de cambio para todo. Aquí se nos obliga a cumplir una normativa pero se pacta la entrada de productos que no la cumplen.
¡¡¡Qué vergüenza!!! Como para no tirarse a la calle; y esperen cuando se les unan el resto de autónomos…
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