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Son tantas las cosas que me gustaría compartir con ustedes que no sé por dónde empezar. Cada mañana cuando nos levantamos lo único cierto es que la incertidumbre nos espera a la vuelta de la esquina. La tragedia de Valencia pone en jaque muchos de los materiales que en la actualidad utilizamos, que están perfectamente permitidos y regulados, pero que las consecuencias de sus usos aún están por definir. Y no es que este ojo que observa no esté del lado de las nuevas tecnologías, ni mucho menos, pero sí lo está del lado de la prudencia y del de concienciar a la población de los riegos de determinados productos. No todo es avanzar, o sí, pero siendo conscientes del coste. La sociedad en la que vivimos nos imbuye en una espiral de resultados rápidos con la apariencia de «innovación y belleza». Y este axioma, no sólo es válido para la construcción, como en este caso, sino también para otros muchos aspectos de la vida. El complejo de edificios era maravilloso, novedoso, impecable… pero con materiales que al final han resultado «hipercombustibles». Esta sociedad de la rapidez nos lleva al binomio «acción-experimentación», en vez de la histórica «experimentación-acción». Nadie buscó este resultado, pero al igual que no usamos medicamentos sin la experimentación necesaria, tampoco deberíamos usar materiales que nos llevan a resultados inciertos y que se nos venden en el mercado como «lo más». Nada se dice de la problemática de muchos productos usados en cosmética por ejemplo, o de los riesgos ciertos del sobrecalentamiento de las baterías de los coches eléctricos y de los teléfonos móviles, o de los miles más que usamos con gran riesgo para nosotros, como son los alimentos transgénicos…
Como verán, nos ofertan productos y tecnologías en los que la experimentación brilla por su ausencia.
Esta semana nos levantábamos con la noticia de las grandes colas de población para dejarse escanear sus iris… ¿qué se sabe de eso?, ¿para qué?, ¿cuál es su verdadero objetivo? Los resultados y las consecuencias de estas bellezas efímeras en esta sociedad de la inmediatez, nos están derivando a un precipicio en el que la gran mayoría desconoce el final. Paseo por nuestra ciudad y los locales de librerías y comercio minorista dejan paso a la estética. Otra belleza efímera que nos deja al albur de productos y técnicas que en muchos casos producen efectos contrarios a los buscados. Por supuesto que estoy a favor de mejorar la imagen y del cuidado corporal, pero siempre sabiendo el cómo, el cuándo y el por qué. También estoy a favor de las nuevas energías, pero sabiendo sus consecuencias.
En esta sociedad de la información y la inmediatez, juzgamos sin conocimiento, usamos sin información y peor aún, decidimos con una información manipulada o sesgada. La solución sólo está en la prevención del consumidor. No olvidemos que el miedo guarda la viña.
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