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El 2023 se va para no volver, mientras que en el horizonte del calendario, un 2024, apunta entre los próximos rayos de un amanecer frío, inexperto e incierto. Esta mañana de sábado me asomo muy temprano a la ventana. Todo está vacío. Entre la neblina diviso las agujas de la catedral que se pierden, sin cúpula, engullidas por la niebla… ¡Cuántos las vieron y cuántos las verán! Invita a reflexionar.
El año se ha pasado como un suspiro y sin embargo, han sucedido muchas cosas. Aciertos, desaciertos, hechos impensables, aceptaciones que jamás pensamos aceptar y todo se precipita tan deprisa que no nos damos cuenta que mucho es irreversible. Recuerdo que una vez me dijeron «nunca pasa nada, sólo pasa una cosa en nuestra vida que lo cambia todo: nuestra propia muerte». Entonces no lo comprendí muy bien, hoy me parece un axioma. Mientras contemplo un mundo devorado por la niebla y descabezado de cúpulas y cruces, espero que cuando levante, allá a las 12:00, el panorama sea distinto y estas reflexiones se diluyan, como la niebla por el Sol, y como decía aquel gran amigo, al final no pase nada…pero lo dudo. Siento un tiempo desquiciado, lleno de malos entendidos que se consideran verdades absolutas y que nos condicionan para cualquier reconciliación o negociación. Hablamos un mismo lenguaje, pero un idioma distinto y no nos entendemos, ¿es tan difícil? Pues parece que sí. Creo que estamos en un fin de año donde un mismo hecho, cada uno lo interpretamos de manera opuesta. Si yo al remirar en la niebla en vez de agujas de piedra que se elevan al cielo, veo espadas que se hunden en el corazón de un cielo incierto… ¿que no interpretará otro?
Este ojo que observa siente lo difícil que es el consenso. Yo crecí con esa palabra, hoy tan perdida como lo está entre la niebla, la buena voluntad. Tal vez no seamos conscientes y no valoremos todo lo extraordinario que hemos conseguido a lo largo del «tiempo de consenso» vivido. ¿Es que hay otro camino? Tal vez. Sin embargo, no acabo de verlo y me asusta no saber que hay más allá de esa niebla intensa. ¿Estamos tan mal que necesitamos de intermediario a Europa? Hay un dicho castellano que dice: «La justicia de enero es rigurosa… la de febrero es otra cosa» ¡Ojalá! La generación de la transición sí que hizo el consenso, el diálogo, la tabla rasa, el perdón, el volver a empezar, dejando fantasmas y malentendidos en el olvido. ¿Es tan difícil recuperar ese espíritu para desahuciar la crispación y volver al diálogo y al pacto?
En esa lucha fratricida imperdonable deberíamos no ver el conflicto como algo negativo. Deberíamos centrarnos en la solución y no en el problema, evitando juzgar, practicando la escucha activa, estableciendo normas y educando en valores que nos ayuden a expresar lo que sentimos. Tal vez el 2024 traiga, en su despunte, algo de esto. ¡Feliz año!, en la esperanza de que a las doce… salga el Sol.
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