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Hace quince días eran las secuelas de las fiestas de la capital y la provincia, las que nos llevaban a la opinión de estos 'Renglones torcidos'. Este lunes quiero ir un poco más allá, desde el cariño y el respeto, pero sobre todo, desde la preocupación.
Soy consciente de poder ser tachado de carca, fascista, rancio y no sé cuántas cosas más, y seguramente más de uno me llamará inquisidor, sinceramente eso no me preocupa tanto como la realidad en la que nos movemos, vivimos y existimos. No podemos mirar hacia otro lado ni guardar silencio ante realidades tristes y dolorosas en las que muchas personas y muchas familias se ven sumergidas. No vale el planteamiento de sálvese quien pueda o a mí qué me importa, esto no va conmigo. No nos engañemos, nos tiene que importar y mucho que muchas personas, jóvenes y no tan jóvenes, se sumerjan en el mundo de las adicciones creyendo que es la solución a sus problemas y la única alternativa a sus vidas, a sus pobres, tristes y vacías vidas. Unas vidas muchas veces cargadas de dolor y sufrimiento, en ocasiones generados por ellos solos y en otras porque las circunstancias lo hicieron relativamente fácil. Nadie se convierte en adicto de la noche a la mañana y, de igual modo, nadie deja de serlo en cuanto se lo propone.
Llama poderosamente la atención, aunque muchos, por los intereses que sea, traten de negarlo o disimularlo, cómo en Salamanca, capital y provincia, el acceso a las sustancias de todo tipo es cada vez más fácil, con servicio a domicilio incluido. Llama la atención el número de casos de adicciones comportamentales que se están registrando, algunos en situaciones verdaderamente preocupantes. Salamanca no es una ciudad sin ley y espero que no llegue a serlo algún día, pero es necesario echar el freno y analizar los sucesos que aparecen en los medios y, sobre todo, los que se sufren en silencio y de puertas para adentro. De un modo especial hemos estar atentos a esas situaciones en las que la salud mental se ve afectada. El presente de estas realidades está muy tapado, quizá por vergüenza, quizá por miedo, quizá porque las amenazas hacia las familias por parte de quienes padecen la adicción les obliga a guardar silencio... Quizá es hora de dar pasos más claros y más firmes por parte de todos, no podemos quedarnos en meros observadores, hemos de tener la valentía de visibilizar todas aquellas realidades de esta índole que se puedan dar en nuestro entorno más cercano, a riesgo de ser criticados, incomprendidos o despreciados.
Quizá no estaría de más visibilizar y apoyar a quienes ponen todo de su parte para aliviar este tipo de situaciones. No todo el mundo sabe dónde llamar ni siempre, por falta de medios, es posible dar respuesta de manera rápida y adecuada.
Desgraciadamente hay necesidades que requieren respuesta inmediata y no pueden esperar al lunes, les aseguro que no me lo invento, hablo con conocimiento de causa y no es la primera vez que le veo la cara al dolor y me encuentro con la angustia de muchas personas también en fin de semana.
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