Borrar

Los otros

En este país funcionamos a golpe de corazón y nos ponemos de cero a cien más rápido que un Ferrari

Lunes, 25 de noviembre 2024, 05:30

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Todavía recuerdo la primera vez que fui al cine en compañía de mi paciente tío, mi padre andaba en la mar. Creo que aún puedo saborear todos los caramelos de menta que me comí y aquellas butacas de madera en las que aguanté estoicamente mi primera película, «Los diez mandamientos». La profesora nos recomendó ir a verla al cine del pueblo, el cine «Fantasio».

En mi pueblo por aquel entonces había dos cines, hoy tristemente desaparecidos. Traigo a mi memoria este recuerdo porque cuando éramos niños o adolescentes y podíamos acercarnos al cine, a la salida nos sentíamos los protagonistas y enseguida nos veíamos pegando tiros al más puro estilo John Wayne o repartiendo golpes con los chacos hechos de palo de escoba como si fuéramos Bruce Lee. He tenido la suerte de estar en la presentación del libro de Alberto Estella el pasado día 20 de noviembre, casualidades de la vida, en el que se recopilan gran número de sus columnas, por cierto muchas gracias al Casino por donar los beneficios a Proyecto Hombre, a buen seguro don «esbelto Estella» se sentirá orgulloso.

A lo que iba, como en el cine, tras escuchar a los distintos ponentes que allí estaban, uno sale motivado y se cree el mismísimo Alberto Estella, nada más lejos de la realidad, pero la vanidad y el ego se vienen arriba. Ahora bien, siendo uno consciente de lo imposible, intenta emular algún rasgo del insigne maestro y pide al altísimo que le permita, cuando menos, ironizar finamente cómo el lo hacía o, permítame el buen Padre Dios sacar la ironía gallega, la misma que mi madre criticaba cuando me decía: «hijo que joder suave tienes». No se me escandalice el personal, mi madre me lo decía con todo el cariño del mundo. Pues nada, que me ha llegado un Whatsapp en estos días haciendo clara alusión a las consecuencias de la Dana y nos recordaba, para nuestra tranquilidad, que la culpa es de los otros. Eso no es original, la culpa es de los otros desde los tiempos de Adan y Eva, donde al final la culpa fue de la serpiente, si hubiera por allí un chino la culpa sería suya porque seguramente se comería a la serpiente. Somos, como diría mi tía, «tan listos como tan tontos», buscamos culpables en lugar de buscar soluciones, ¿qué es lo prioritario? No he vivido una campaña de solidaridad tan contradictoria como esta y por supuesto tan descoordinada.

Cierto es que en este país funcionamos a golpe de corazón y nos ponemos de cero a cien más rápido que un Ferrari, y no está mal, pero no es suficiente ni muchas veces lo más adecuado. La buena voluntad se agradece, pero hace falta algo más o, de lo contrario, nos tendremos que comer toda la ropa que no sabíamos que hacer con ella y la hemos donado «generosamente». Tan generosamente y discretamente como todas las donaciones debidamente etiquetadas para hacer realidad aquello de «que no sepa tú mano derecha lo que hace la izquierda». Me temo que visto lo visto ni la derecha, ni la izquierda, ni la de en medio tienen la más pajolera idea de lo que hay que hacer. En fin, lo más cómodo es decir que: la culpa es de los otros.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

lagacetadesalamanca Los otros