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Esto de la salud se está poniendo cada día más entretenido. Estábamos bien servidos y, por si nos parecía poco, aparece una monada de virus o un virus de un mono para alterarnos un poco más. Seguramente y con un poco de suerte saldremos, como con la covid, todos más reforzados y, en este caso, mucho más monos o haciendo monadas y monerías. Ciertamente es para hacernos un estudio de la animalización humana y la humanización animal, no me refiero solamente al trato cariñoso, a veces un tanto esperpéntico, que se le está dando a muchos animales, sino también a la deshumanización que se hace cada vez más latente y patente.
Me parece excelente cuidar y mimar a todo bicho viviente, incluidas las personas, ahora bien, cuidado que a lo peor los humanos acabamos en el veterinario como muchos animales están acabando en la consulta del psiquiatra. No me invento nada, no hace mucho me encontré con un conocido que venía del veterinario con su gallina bajo el brazo dado que la notaba triste, como deprimida. Me pregunto si ponemos el mismo interés con nuestros niños y con nuestros mayores. La respuesta la tengo clara, no. Un no cada día más acentuado a juzgar por las distintas situaciones con las que nos encontramos. Ya sé que muchos no compartirán para nada esta opinión, pero creo que hay que ser objetivos y, sin ser catastrofistas, tampoco podemos caer en este buenismo empalagoso que a medio y largo plazo nos va y nos está generando situaciones complejas y difíciles. Muchas enfermedades nos pueden complicar la vida, lo sabemos, y tomamos las medidas a nuestro alcance para poner remedio. Sin embargo, estamos viviendo momentos en los que las enfermedades del alma y de la mente se hacen cada vez más patentes y latentes. De nuevo me pregunto si realmente se está haciendo todo lo posible para responder a realidades tan duras y tan complejas. Me temo que si se está haciendo todo lo posible es hora de hacer lo imposible porque no es suficiente. A cada uno nos duelen nuestras muelas y a todos nos dolerán alguna vez por eso no podemos guardar silencio, no podemos aceptar pulpo como animal de compañía, no podemos darnos por satisfechos porque tenemos un hospital nuevo. No es suficiente el envase, hemos de preocuparnos por el contenido. No podemos normalizar lo que no es ni medio normal, como la actitud y respuesta de muchos profesionales y, por supuesto, la de muchos pacientes por más desesperados que estén.
No son ni medio normales las largas esperas de urgencias ni los despistes que pueden complicar la vida a muchas personas y un despiste lo tiene cualquiera, pero esto no justifica el despiste permanente. Tampoco es justificable ni entendible que no se ponga jabón en los baños y el papel higiénico desaparezca inmediatamente y no porque se utilice. Este tipo de situaciones ya son competencia de todos, de nuestra educación, del respeto al prójimo, ... Lamentable y bochornoso. A lo mejor es que más allá de la mente y el alma nos falla el corazón. No es cuestión sólo de hospital sino de acción, de «hospitalizacción».
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