Borrar
Opinión

La Eurocopa y el Adour

Incapaces somos de ver el VAR de la historia de la humanidad, repitiendo una y otra vez las mismas faltas

Lunes, 8 de julio 2024, 05:30

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Opciones para compartir

Qué gozo, qué alegría, qué ilusión y cuántas lágrimas de emoción. No es para menos, nos jugamos mucho, sobre todo mucho dinero y el desahogo visceral de millones de aficionados. Ciertamente, con qué poco nos conformamos, no nos hace falta mucho para desconectar de la realidad, a veces un tanto triste, otras angustiosa y agotadora, para muchos rutinaria e insípida a la par que carente de alicientes y llena de vacíos.

Así, entre patadas a un balón, insultos e improperios, comentando las mejores jugadas y criticando las faltas mal pitadas, pasamos los días jugando al fútbol como si no hubiera mañana y se nos fuera la vida en ello. Estoy seguro que la copa de Europa alguien la ganará, ahora bien, mucho me temo que Europa y el mundo están cada día más en fuera de juego. Incapaces somos de ver el VAR de la historia de la humanidad, repitiendo una y otra vez las mismas faltas sin que nadie saque tarjeta amarilla o incluso la roja, dejando que el juego continúe sin ningún tipo de normas. En el terreno de juego del mundo son muchos los expulsados porque somos muchos y algunos estorban. Ni siquiera van al banquillo, salen del campo y desaparecen del mapa mientras los que continúan jugando miran hacia otro lado, muchas veces tú y yo también miramos hacia otro lado, inconscientes de que algún día los expulsados podemos ser nosotros. Era una madrugada de 1891 cuando aquel joven, niño aún, se embarcaba para «las Américas» en busca de fortuna. Aquella no era la Galicia de hoy, la pobreza era mucha y en algunos casos rozaba la miseria. El joven Isidro enviaba una carta desde Río de Janeiro, el 1 de julio de 1924, a su hermano que vivía en aquella aldea de Redondela.

En ella recordaba cómo se iba cargado de expectativas e ilusiones que no se habían logrado cumplir todavía, y que nunca se cumplirían. «Sin ninguna tuya a que contestar, te escribo la presente para distraer un poco la tristeza que hoy me domina, al recordar que, en esta fecha, hace precisamente 33 años, salía yo de esa por primera vez, con el corazón sangrando de saudades de nuestra familia y de nuestra tierra ... Nos sentamos en derredor de la artesa que nos servía de mesa de comedor, para cenar, pero casi nadie ha comido nada. Papá hacía por animarme, pero sus ojos estaban mojados y a mamá le pasaba lo mismo ... Me disponía a salir cuando papá, que estaba en la sala, al lado de mamá, me llamó y me mandó arrodillar ante ellos, echándome ambos la bendición». El relato contado con todo lujo de detalles estremece y arranca más lágrimas que el fútbol. Aquel niño nunca volvió a su Galicia natal, la fortuna no le acompañó. Emigró en un vapor llamado Adour que zarpó de madrugada desde el puerto de Marín en Pontevedra. Una especie de gran patera, «el ruido de las máquinas me molestaba; el olor era insoportable ...» Entonces no había fragatas para acabar con tanto migrante, ni había tiempo para tanta crispación como la que sorprende al alcalde de Madrid, según dijo la semana pasada. No sé, algo no me cuadra.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios