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Así dice la canción, el chotis, de Agustin Lara, «Madrid». Hoy haciendo alusión a dicha composición que tanto ha dado que sentir, podemos extrapolar su expresión «vas a ver lo que es canela fina y armar la tremolina cuando llegues a Madrid». No hace falta acercarnos a la capital del reino para encontrarnos la canela fina, por llamarlo de alguna manera, de quienes arman la tremolina, se van de rositas y aquí no pasa nada. Continuamos con el proceso de normalización, y no me refiero al campo de la lingüística, sino de actitudes, hechos y comportamientos, ni medio normales. La deconstrucción en la que nos movemos no es sólo en lo referente a la gastronomía, por desgracia llega a líneas de flotación humanas impensables e inimaginables hace algún tiempo.
Deconstruir una tortilla de patatas es una cosa que puede gustar más o menos, pero deconstruir principios, valores, la persona y por lo tanto la sociedad, es otra. Esta ley de la mínima exigencia y de la acedía espiritual y humana, como diría el papa Francisco, están haciendo una mella difícil de reparar. Dice el santo Padre que «la acedía es una tentación peligrosa, con la que no se debe jugar. Quien cae en ella es como si estuviera aplastado por un deseo de muerte; siente disgusto por todo... El demonio de la acedía quiere destruir precisamente esta alegría sencilla del aquí y el ahora, este asombro agradecido ante la realidad; quiere hacerte creer que todo es en vano, que nada tiene sentido, que no vale la pena preocuparse por nada ni por nadie».
Pues entonces es hora de espabilar, y sin armar ninguna tremolina darle la vuelta a la tortilla, darle la vuelta a situaciones que parecen no encajar en la mayoría de las cabezas porque son fruto del sin sentido y la sin razón. Fruto, muchas veces, de decisiones tomadas en base a intereses espurios y claramente interesados. Armar la tremolina en el sentido de bulla, bullicio o confusión de voces de personas que gritan puede resultar divertido pero en el sentido de tremolina como bronca o discusión, es otra cosa. Sobran las segundas y necesitamos más de las primeras. No hace falta ir muy lejos, al barrio del Oeste mismamente, para encontrar canela fina por el trabajo bien hecho de todo un barrio y sufrir la tremolina por falta de comunicación entre el Ayuntamiento y el vecindario. Se han ido doce vidas sin tener muy claro si era necesario o no. Los informes a posteriori nos sacarán de dudas, aunque talarlos parece que no fue tan fácil a pesar de su enfermedad. Claro que son sólo doce árboles y si lo comparamos con las miles de vidas humanas que mueren víctimas de la guerra y la violencia cada día, pues lo del barrio del Oeste es 'peccata minuta'. ¡Cuánto nos cuesta poner en valor cada realidad!, no se trata de comparar sino de valorar y cuidar. En fin, ¿será posible volver a centrar la jugada? De no ser así acabaremos peor que el Real Madrid en su último partido contra el Barça. España siempre ha sido canela fina, no nos enroquemos ni mezclemos si no queremos acabar montando la tremolina.
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