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Caía la tarde en Aldearrubia cuando vecinos de todos los pueblos de la zona de Calvarrasa, Las Villas y Peñaranda se daban cita en el templo parroquial tratando de disfrutar del tradicional concierto de villancicos. Año tras año es cita obligatoria el encuentro interparroquial de esta zona para dar ese toque navideño, sencillo y entrañable, que brota del corazón de cada parroquia y de cada uno de los parroquianos. Da gusto poder escribir algo sobre iniciativas que nacen del pueblo y se mantienen en el pueblo. Da vida visibilizar la llama humilde y entrañable del sentimiento popular, de tantos hombres y mujeres que resisten en el aquí y el ahora de nuestro mundo rural. Personas que, pasando desapercibidas, son el aliento y la esperanza de nuestros pueblos.
No son pocos, sobre todo políticos, los que teorizan y elaboran grandes discursos sobre la mal llamada España Vaciada. Sin embargo, a posteriori todos esos discursos se quedan en agua de borrajas y donde dije digo, digo Diego y viceversa, puesto que todo se reduce mayoritariamente a prometer y prometer hasta acceder (al cargo, al sillón, al despacho, a la paguita...) y una vez accedido se olvidó lo prometido. Cada vez son más las promesas incumplidas, justificándose en la falta de medios, excusándose con el gobierno o desgobierno de la nación, el envejecimiento de la población, el protocolo de actuación, la visión de Europa y sus planes... y toda la sarta de planteamientos e ideas peregrinas que se les puedan ocurrir. El mundo rural necesita ser reanimado, ha entrado en parada cardiorespiratoria y nadie está dispuesto a una reanimación integral con un plan de intervención a fondo, más allá de intereses particulares. Los protocolos de actuación y los planes de desarrollo suelen estar muy bien planteados desde la realidad virtual y la teoría bien fundamentada de tesis realmente interesantes a la par que muy distantes de la realidad pura y dura de nuestros pueblos y sus gentes. En fin, ayer cantamos villancicos, ayer sentimos y soñamos la Navidad. Ayer todos estos pueblos y sus gentes sintieron, más allá del frío invernal, el calor del encuentro, del compartir, del sumar, de ser y estar sintiéndose vivos y esperanzados. Capaces de disfrutar y saborear la intensidad de lo pequeño y de lo auténtico, conscientes de una realidad pobre y dolorosa, cargada de recuerdos y añoranzas, de vivencias entrañables vividas en un pasado no tan lejano, pero mirando al futuro con esperanza, soñando un nuevo amanecer para ellos y para sus hijos. Soñando nacer de nuevo, brotando con fuerzas renovadas y visibilizar la importancia del mundo rural. Vivimos en una sociedad que tiende a invisibilizar todo aquello que no interesa a quien maneja los hilos. No podemos dar la callada por respuesta y nuestro mundo rural no puede conformarse con la queja y el lamento. Hemos de ir más allá de la pataleta para hacer oír la voz de quienes han sido y son pulmón y corazón de vida para todos. Feliz Navidad para todos, también para el mundo rural.
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