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En el Gobierno de la mentira Pedro Sánchez es el rey. Ayer lanzó en el Congreso otra de sus magníficas trolas, cuando aseguró que en España no hay uranio y habría que comprarlo caro en el extranjero. Todo para justificar su rechazo a las energías nucleares, que según los expertos son necesarias para evitar apagones como el que nos sumió en la oscuridad hace diez días. De hecho, fueron las centrales nucleares de Francia las que permitieron recuperar la electricidad que saltó por los aires debido a la impericia y la cabezonería ultraecologista del Gobierno.
Resulta que en España hay mucho uranio, que somos el segundo país de Europa con más reservas de este preciado metal, y que Salamanca alberga algunos de los yacimientos más importantes del planeta.
Esta vez no se trata de un cambio de opinión, sino directamente de una patraña del tamaño de una central nuclear. Con Sánchez no se puede alegar desconocimiento, que para eso tiene setecientos asesores espléndidamente pagados en La Moncloa. Así que solo cabe pensar en maldad o en un descarado intento por ignorar y ningunear todo lo salmantino. El presidente del Gobierno ha demostrado durante los siete años de su mandato que le tiene ojeriza a esta tierra, quizás porque no le vota como Su Sanchidad piensa que se merece. Algún día acabará negando su existencia.
Pero más grave que el desconocimiento/mentira de Sánchez es la ignorancia/ineptitud de la ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, que tras el apagón aseguró que en España «no tenemos recursos fósiles. No tenemos uranio. Pero sí tenemos sol y sí tenemos viento». Los lunes al sol y la energía a tomar viento. Estamos en manos de incompetentes y así nos va.
Tenemos mucho uranio pero el Ejecutivo sanchista-comunista ha prohibido por ley su explotación. La norma de 2021 sobre Cambio Climático y Transición Energética cercenó de golpe cualquier posibilidad de otorgar permisos de exploración e investigación de minerales radiactivos sobre energía nuclear extraídos por sus propiedades radiactivas, fisionables o fértiles.
Así, aunque los yacimientos de uranio de Salamanca en manos de Berkeley cuenten con todos los parabienes de seguridad y viabilidad, el Consejo de Seguridad Nuclear y el Ministerio para la Transición Ecológica decidieron denegar la licencia de construcción de la planta de procesamiento. Y el mineral sigue ahí, muerto de risa.
Así que, mientras Sánchez esté en el poder, de nada le servirá a España contar con 17.000 toneladas de U308 extraíbles a costes razonables. Y Salamanca nunca tendrá la oportunidad de contar con posibilidades de empleo y riqueza en una de las zonas más deprimidas de la provincia, en Retortillo, Saelices del Chico o Villavieja de Yeltes. Habrá que esperar a que llegue otro gobierno con otra política energética que no sea la ultraecologista del equipo sanchista, puesta en marcha en su día por la exministra Teresa Ribera, que por cierto se ha vuelto ultranuclear en cuanto ha aterrizado en la Comisaría de Comptencia de la Unión Europea. La gran enemiga del campo salmantino y de la minería de uranio en esta provincia cuando fue ministra de Transición Ecológica, defiende ahora la centrales nucleares como una auténtica forofa. Otro de los famosos cambios de opinión de la tropa sanchista.
Es la mentira al servicio de la oportunidad y la permanencia en el poder. Por eso dijo Sánchez en el Congreso que el apagón no tiene nada que ver con el veto a la energía nuclear y su apuesta por las eólicas y solares. Porque la verdad está siempre en el reverso de sus mentiras.
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