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Nos une la tortilla

Pese a la vuelta de los separatismos, Castilla y León es una realidad inevitable, aunque lo que más nos une sea la tortilla

Jueves, 24 de abril 2025, 05:30

Para unos miles de castellanos y leoneses, casi todos vallisoletanos, es la fiesta de la tortilla en el campo. Para la mayoría de los salmantinos, en cambio, es una jornada ideal para viajar gratis en tren a Madrid a disfrutar de parques de atracciones, hipermercados y museos varios. Para los políticos de Castilla y León, la fiesta de la Comunidad es un trámite: los de izquierdas se sienten obligados a atacar a la Junta culpándola de todos los males de la Región y los de derechas… los de derechas si pueden ni se dejan ver.

Este año la muerte del papa Francisco ha librado de acudir a la campa de Villalar a Alfonso Fernández Mañueco y al resto de dirigentes del PP. Se quedaron en su casita tan a gusto. La muchedumbre congregada allí no es su público. La gran mayoría de la gente que acude al pueblo vallisoletano para celebrar el aniversario de la derrota de los comuneros son de izquierdas o domingueros, o las dos cosas a la vez. A los mandatarios populares no se les ha perdido nada por la campa. Lo mejor que les puede pasar es que vuelvan sin recibir una pedrada.

Así que ayer Villalar volvió a ser la fiesta de los partidos de la izquierda radical, muchos de los cuales solo dan señales de vida en estas fechas con alguna caseta o, si no llega el presupuesto para tanto, con alguna pancarta y cuatro pegatinas.

Los socialistas también se apuntan gustosos a la ofrenda floral en el monolito, los discursos reivindicativos (solo contra la Junta, contra el Gobierno sanchista no, faltaría más) y la tortilla multitudinaria. Ayer estaba en la campa el futuro candidato del PSOE, Carlos Martínez, junto al defenestrado Luis Tudanca, en amable compañía, como si no se odiaran tiernamente. Y junto a ellos los líderes de CCOO y UGT, cuyos discursos y declaraciones nadie podría distinguir de las consignas gubernamentales, salvo en lo que toca al rearme, que ahí discrepan un poquitín, pero no tanto como para montarle una huelga o una manifestación a Sánchez, que es colega y les reparte subvenciones con enorme generosidad.

Los sindicatos hacen ahora como han hecho siempre que gobierna el PSOE en Madrid, como si los males de Castilla y León dependieran en exclusiva de la Junta, como si el trabajo precario, la carestía de los alimentos, la pobreza rampante y la falta de vivienda asequible fueran cosa de Mañueco y no de Sánchez. Ayer ni siquiera fueron capaces de reconocer el favor que les ha hecho Mañueco quitándoles de encima a los consejeros de Vox que durante dos años les cortaron el grifo del Diálogo Social. Bueno, para ser honestos, a quien deberían darle las gracias es a su odiado Abascal, que tuvo a bien romper el pacto con el PP por un quítame allá esos menas.

En otros lares, la fiesta regional sirve para enardecer el espíritu regional, pero aquí queda poco que enardecer. El sentimiento de pertenencia a Castilla y León siempre fue débil y en los últimos años se ha estancado, si no ha retrocedido. Ni siquiera el buen desempeño de la Junta en los asuntos troncales de su competencia, la excelencia en educación, el alto nivel de los servicios sociales o la buena gestión de la sanidad han conseguido fortalecer el sentimiento regional. En los últimos tiempos han vuelto a asomar los afanes separatistas en León, secundados incluso por las autoridades socialistas en esa provincia, y han tomado fuerza las formaciones localistas de Soria o Ávila. Como si estuviéramos volviendo a los convulsos años ochenta, cuando hubo que ahormar en los despachos una Comunidad hecha de recortes.

Pese a todo, Castilla y León es una realidad inevitable, aunque lo que más nos une sea la tortilla.

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