Sánchez, fino humorista
Hay que aprender a detectar la vena humorística en las cartas de Sánchez: sus enormes trolas resultarán entonces divertidas
En estos tiempos en los que a nuestro buzón solo llegan la ordinaria correspondencia del banco y esos anuncios de maravillosas rebajas en el híper, a todos nos encanta recibir cartas de las de antes. De esas en las que el remitente te abre el corazón y te hace partícipe de sus dolores y sus esperanzas.
Por eso creo que nuestro amado presidente debería escribirnos más y debería hacerlo en papel perfumado y embutido en un sobre cerrado con lacre rojo. Una carta en redes sociales cada cuarenta días no satisface nuestras ansias de compartir los desvelos y los sentimientos más profundos del inquilino de La Moncloa.
Pero nuestro Pedro Sánchez no se prodiga porque no domina el género epistolar como su tocayo Pedro Salinas o el francés Voltaire. Aun así, se ve que le ha cogido gustillo y en cuanto se acercan unas elecciones saca la pluma y el tintero para dar rienda suelta a sus anhelos y compartir con nosotros, humildes administrados, sus más íntimas inquietudes.
De las variantes del subgénero epistolar, entre las que durante siglos han preponderado la intención didáctica-doctrinal y la amorosa, el del Falcon ha escogido la rama humorística, la de la fina sátira y el chiste socarrón, buscando siempre una intención puramente electoral. Para que este domingo le voten a él y no a Feijóo o Abascal, para decirlo claro. Cualquier voto a los comunistas, golpistas o separatistas de todo pelambre le vale, porque se los va a apropiar al día siguiente de las elecciones, como ya hizo en las vascas.
Ese es el objetivo final, y por el camino Sánchez nos entretiene con sus chascarrillos, para hacernos la vida más feliz ahora que la pobreza y los apuros económicos se extienden como una mancha de aceite entre la clase media nacional, con más empleo precario y más dificultades que nunca para llegar a fin de mes.
Pero qué son esas menudencias comparadas con el sufrimiento de la pareja presidencial en estos días de oprobio y vergüenza. El marido de Begoña se lo toma con sorna, aunque parezca indignado. Su capacidad para buscar el lado jocoso del asunto le lleva a asegurar que son Feijóo y Abascal los culpables de que un juez de instrucción y la Audiencia en pleno de Madrid, anden olisqueando en los negocios de su santa. Arremeter contra la Justicia como hace Sánchez siendo presidente del Gobierno es un asunto de extrema gravedad, un atentado sin precedentes a la separación de poderes, pero es que la Justicia en España es una máquina del fango, una fábrica de zafios montajes impulsada por la ultraderecha. No nos habíamos dado cuenta hasta ahora, pero estamos en manos de magistrados fascistas, porque fascista es todo aquel que no acepte arrodillado los dictados del sanchismo. Dudar de la inocencia y la honradez de la «presidenta consorte» supone dudar de la verdadera democracia, que no es el poder del pueblo para el pueblo como creíamos hasta ahora, sino la sumisión a la voluntad superior de Sánchez.
Es muy divertido que Sánchez en su misiva acuse a Feijóo de intentar echarle del poder con una moción de censura. Como todo sabemos, eso es juego sucio… siempre que lo haga la derecha, porque si es el propio PSOE con sus aliados comunistas y separatistas quien la presenta, como hizo en 2018 contra Rajoy, la moción reluce cual camino amarillo hacia la verdadera democracia.
Todo lo que apuntan la prensa independiente y los dictámenes de los jueces son bulos, fango, basura. Contra eso solo cabe el recurso presidencial al género epistolar y el disfrute de la ironía y el fino humor de Sánchez. Y entre risa y risa, aceptar su petición de que vayamos a votar a favor de la inocencia de su esposa este domingo. Ay, que me parto.